Sin duda que el ser humano es un misterio para sí mismo. Somos una sorpresa continua para nosotros y para los demás. Somos lo mejor y lo peor. Ni nos entendemos a nosotros ni a los otros. Ya los sabios griegos decían que “conocerse a sí mismo” era el vértice de la sabiduría, y el salmista se pregunta cómo es que Dios se interesa por el hombre a pesar de su pequeñez. Por eso, es de enorme importancia la siguiente afirmación del Papa Benedicto cuando se refiere a la Palabra del Señor: “El enigma de la condición humana, dice, se esclarece definitivamente a la luz de la revelación realizada por el Verbo divino”. Sí, lo que podemos saber y entender de nosotros mismos se debe a Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre. Quien no conoce a Jesucristo no puede conocer al ser humano. Para eso nos dejó su palabra.
¿Qué entendemos cuando decimos Palabra de Dios? El Papa nos dice que se trata de una “sinfonía” de voces que, con diversos tonos o modos, nos manifiesta lo que es Dios, cómo se comunica con nosotros y la nota musical que nos corresponde tocar. Vamos por partes.
1°. Cuando escuchamos decir “Palabra de Dios”, hay que entender al Verbo eterno de Dios, que está en el seno de la santa Trinidad. San Juan dice que estaba con Dios y era Dios.
2°. Esa Palabra eterna de Dios se hizo carne en el seno de la Virgen María por obra del Espíritu Santo y se llamó Jesucristo. Jesucristo es esa Palabra de Dios hecha hombre, y por eso Jesús habla palabras de Dios.
3°. La Biblia enseña que “los cielos cantan la gloria de Dios y que el firmamento pregona la obra de sus manos”, es decir, que también la creación material, tierra y cielo, nos habla de Dios. Hay que saber leer el mensaje de las huellas de Dios en la creación.
4°. Dios, después del pecado, no dejó al hombre sin guía y esperanza de salvación. Escogió a Israel y con él habló “por medio de los profetas”. Este hablar de Dios con su pueblo se llama Historia de la salvación.
5°. Dios, por Jesucristo, nos descubrió su plan de salvación, fundó su Iglesia sobre los apóstoles y los mandó predicar su evangelio por todo el mundo. Esa predicación apostólica se conservó en la memoria viva de la Iglesia, sobre todo en la oración y en el culto, y se llama la divina Tradición. Ella es también palabra de Dios.
6°. Finalmente, parte de esta divina Tradición se puso por escrito mediante autores inspirados por el Espíritu Santo. Esta es la palabra de Dios escrita, la Sagradas Escrituras o Biblia, que usted tiene en sus manos.
La Iglesia católica es como una inmensa Catedral donde, desde el altar hasta el coro, por las naves y sus luminosos ventanales, resuena la hermosa sinfonía de la Palabra divina que invita al hombre a conocer el misterio de Dios y descubrir su propia dignidad.
+ Mario De Gasperín Gasperín