Reflexión dominical del 30 de Septiembre de 2012. La imagen es muy fuerte pero no es mía. La leemos en la carta de Santiago que nos acompaña esta temporada. Todos sabemos que a los animales se les engorda para la matanza y ésta es la imagen que utiliza el apóstol.
Profundicemos su enseñanza:
Habla de las riquezas amontonadas injustamente.
La verdad es que Santiago, como dije en otro momento, parece que escribe para nuestros días.
Él invita a reflexionar a los ricos: “llorad y lamentaos por las desgracias que os han tocado”.
Y explica así el resultado que da enriquecerse injustamente: “vuestra riqueza está corrompida y vuestros vestidos están apolillados. Vuestro oro y vuestra plata están herrumbrados y esa herrumbre será un testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como el fuego… el jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos está clamando contra vosotros; y los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor.
Habéis vivido en este mundo con lujo y entregados al placer. Os habéis cebado para el día de la matanza. Condenasteis y matasteis al justo; él no os resiste”.
El justo no resiste, pero ya hemos visto cómo Jesucristo ofrece la victoria al justo y no al malvado.
El libro de los Números nos presenta la magnanimidad de Moisés, el gran santo del Antiguo Testamento y los celos de dos muchachos, que representan a mucha gente celosa de hoy.
El Señor milagrosamente reparte el espíritu de Moisés entre setenta ancianos que comienzan a profetizar, incluso dos de ellos que no estaban presentes con los demás.
El primer muchacho lleva el chisme a Moisés.
El segundo, que es Josué, interviene: “Hay que prohibírselo”.
Moisés con su gran corazón, sale al paso de su espíritu ruin:
“¿Están celosos de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del Señor!”.
Cuántos chismes corren cerca del altar en nuestros días. Esos chismes dividen y lo dañan todo. Esos chismes que no son por el celo de Dios, sino por los celos de los hombres que destruyen familias, parroquias, movimientos…
Necesitamos un corazón grande como el de Moisés, hombre humilde y valiente, que veía las cosas desde Dios, con quien hablaba “cara a cara, como un amigo habla con su amigo”.
Con esta misma idea comienza el Evangelio de hoy. Los discípulos se acercan a Jesús y le dicen:
“Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros”.
Jesús, al estilo de Moisés, les advierte:
“No se lo impidáis… el que no está contra nosotros está a favor nuestro”.
A continuación, en el mismo párrafo del Evangelio, vienen algunas enseñanzas que nos recuerda nuestro compañero del ciclo B, san Marcos.
Fijémonos con qué dureza habla Jesús contra el escándalo:
“El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar”.
Pocas frases tan duras dijo Jesús en su vida. Es que el escándalo hace caer a los más sencillos, llevándolos por el mal camino.
Cuánto escándalo hay en nuestro tiempo desorientando a tantas personas buenas y simples, llevándolas al aborto, a las sectas, a todo tipo de corrupción.
La liturgia nos invita ahora a reconocer que cumplir la ley de Dios es muy importante y nos trae la alegría al corazón:
“Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo