Celebrar 50 años es muy evocativo, se trata de medio siglo. Pero lo quiero referir no tanto a una persona que cumpla esa edad, sino a varios acontecimientos sucedidos hace 50 años: Hoy -11 de octubre- hace 50 años se inauguraba el Concilio Vaticano II, convocado por el Papa Beato Juan XXIII para una actualización de la Iglesia; incluso el Papa utilizó una palabra italiana muy expresiva: ¡aggiornamento! “ponerse al día”, que la Iglesia no se quedara en el recuerdo del pasado, sino fuera presencia válida y fructuosa ante nuevas circunstancias que aparecían en el mundo de entonces.
El mismo Papa Beato Juan XXIII a lo largo de ese año 1962 –hace 50 años- decretaba la erección de varias Diócesis en territorio mexicano, que fueron El Nayar (como Prelatura), Apatzingán, Linares, Tuxpan, Veracruz y nuestra Diócesis de Tehuacán. De modo que son Diócesis que mantienen una historia de vida y de fe a la par del Concilio Vaticano II, lo cual significó una necesidad imperiosa y también un impulso vigoroso para que la fe de los integrantes de esas Diócesis se pusiera al día y así respondiera a los retos en aquel momento.
Hoy, al celebrar 50 años de inauguración del Concilio Vaticano II y de la erección de las Diócesis mencionadas, nos unimos al Papa Benedicto XVI, quien nos ha convocado a celebrar el Año de la Fe a partir de esta fecha, 11 de octubre, y hasta el 24 de noviembre de 2013, fiesta de Cristo Rey.
Es pertinente, por lo indica el Papa, ya que nos encontramos en una crisis de fe. Hay un cambio de mentalidad, en que el hombre se convierte en centro de sí mismo y más que rechazar a Dios, simplemente se le ignora, como innecesario en la propia vida, y se orienta a satisfacciones individuales e inmediatas. Unido a esto, los enormes avances de la ciencia y la tecnología, que son innegables y de gran beneficio para la humanidad, sin embargo se presentan como el máximo logro del progreso humano y también como el único camino de verdad y de desarrollo. En esa perspectiva, no cuentan valores como el amor y la fe, los cuales muchos científicos y tecnólatras hacen a un lado, pues sólo cuenta lo que se percibe por los sentidos y es medible y cuantificable. Como es urgente superar la crisis de fe, el Papa nos lanza al Año de la Fe, a renovarla e incrementarla, a ponernos al día en un nuevo “aggiornamento”. Efectivamente, dice el Papa Benedicto XVI, “los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado.”
Desde luego hablamos de la fe no tanto como memorización y sometimiento a conceptos abstractos; se trata no de relacionarnos con algo, sino con Alguien: la fe como contemplación fascinada de Cristo. Por eso nosotros, aprendiendo de lo que dice el autor de la Carta a los Hebreos tras poner el ejemplo de tantos testigos de fe, “corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe” (Heb 12,1-2).
Con esa mirada fija en Jesús y como nos invita el Papa, vivamos este Año de la Fe para conocer y aplicar más los documentos emanados del Concilio Vaticano II que, como decía también Juan Pablo II, “no pierden su valor ni su esplendor”; lo mismo hagamos con el Catecismo de la Iglesia Católica, “uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II”, como dice Benedicto XVI.
La celebración del Año de la Fe no significa un añadido extra y que sobrecarga los trabajos pastorales en la vida personal y comunitaria, sino una oportuna motivación para unificar y lanzar los programas pastorales como respuesta significativa ante la nueva mentalidad que nos invade. De esta manera, a lo largo del Año de la Fe avancemos en la formación-reflexión-anuncio de la fe –que es la pastoral profética-; avancemos igualmente en la profesión y celebración de la fe –que es la pastoral litúrgica- y avancemos también en la ejecución de la fe en obras concretas, especialmente a favor de los más necesitados –que es la pastoral social-, todo esto vivido en espíritu de familia, o sea no de individuos aislados o grupos masivos, sino de familias que acompañan y ayudan a otras familias.
El Papa nos concede el gozo de la indulgencia plenaria, con posibilidad de ganarse cada día y en todas partes a lo largo del Año de la Fe, para beneficio personal y de nuestros difuntos.
Como fruto de la comunión diocesana tras haber celebrado el Año Jubilar por los 50 años de la Diócesis, precisamente como “50 años de caminar en la fe”, ahora invito a usted a participar en la Eucaristía de hoy a las 7 pm en la iglesia catedral, o a la Eucaristía del próximo domingo en su parroquia, con la cual daremos inicio solemne a este Año de la Fe.
+ Rodrigo Aguilar Martínez