“No hay montaña tan alta, ni valle tan bajo, ni río tan grande que me impidan llegar a ti”.
Se llama Lucia Martínez Alcalde. Muchos la conocimos a través de su colaboración fresca y convincente en los videos JMJ Young Answers (http://arguments.es/proyectos/jmj-young-answers).
Nació en Burgos en 1989. Hace pocas semanas, por fin, ha visto la luz su primera novela “Me debes un beso” publicada por la editorial Palabra dentro de la colección juvenil ‘Astor’.
Una historia escrita a los 16 años- tan solo dos más de los que contaba la aguerrida Emilia Pardo Bazán cuando vio publicada por entregas su primera novela Aficiones peligrosas en un periódico de Pontevedra-, “que pretende ser , nos dice su autora, una historia de amor, pero también es una historia sobre el descubrimiento de las personas y el reencuentro, cómo todos somos responsables de todos, el proceso de maduración, la actitud ante el sufrimiento, el amor o la reflexión sobre la vida.
Creo que la experiencia del encuentro es universal. Cuando conoces a alguien – a veces de manera que podríamos llamar “casual”- y en un rato de conversación descubres todo un mundo en esa persona, se convierte en un Mediterráneo. Es como el descubrimiento de un tesoro, y una experiencia así te deja una huella de algún tipo. A lo mejor no volvéis a coincidir, a lo mejor sí. Quizás nunca regresará la oportunidad de volver a hablar con calma. Tal vez esa persona pase a formar parte del círculo de amigos cercanos o a lo mejor decide compartir su vida contigo. Quién sabe. El caso es no cerrarse a las personas, estar abiertos y dispuestos a asombrarnos frente a esos otros mundos con los que nos cruzamos cada día.
Y que sea una historia de amor no quiere decir que sea cursi. Son cosas diferentes. Es cierto que la frontera es muy difusa, y que depende de las distintas sensibilidades. Si por cursi o ñoño se entiende sentimentaloide, creo que “Me debes un beso” no lo es. Se expresan los sentimientos de los protagonistas, sí, pero hay más que eso. Los sentimientos son importantes (y más en esas edades adolescentes) pero no lo son todo, ni son la guía para caminar por la vida.
En la reseña que me hizo Troa Librerías para su página web, dicen: “La trama logra transmitir un sentido de la vida consecuente, lleno de confianza y equilibrio afectivo descrito de modo atractivo y muy actual, con expreso rechazo de la confusión entre amor y sexo”.
Lo de “expreso rechazo de la confusión entre amor y sexo” me llamó la atención, porque cuando escribí la novela, a los 16 años, no tenía en la cabeza esa intención así, tan claramente formulada, pero sí que era una de mis preocupaciones de entonces, cuando veía cómo algunas de mis amigas empezaban a vivir sus relaciones con los chicos. Me gustó ver que alguien había sacado esa conclusión de la novela, porque aunque no fuera una tesis que me propuse mostrar con “Me debes un beso”, sí que estaba en el fondo de lo que pensaba y sentía (y sigo pensando y sintiendo)”.
Os invito a leer esta obra en la que María y Alberto pasan una tarde compartida por “casualidad”: cuatro horas que tienen una densidad-y la intensidad- de dos vidas y un final que es un comienzo prometedor. Una tarde en la que “puedo decir aquello de te quiero no solo por lo que eres, sino por lo que soy cuando estoy contigo”. “No deja de ser curioso. Nunca había sentido esto antes de conocerte. A veces nos creemos que lo tenemos todo hasta que encontramos lo que nos faltaba, entonces sabemos que somos pobres cuando pensábamos, en nuestra triste ignorancia, que ya lo poseíamos todo.
Destino, casualidad, Providencia… lo nombran de diferentes maneras y yo no sé cómo hacerlo. Pero sé que hay algo, una Mano Invisible, “un Maestro de Ceremonias” que ha hecho que entraras en mi vida iluminando el hueco que tenía en ella y llenándolo de luz durante cuatro horas. Después te fuiste dejándome apenas un destello. Y ahora sé que estoy vacío e incompleto”.
Una historia en la que el destino se empeña, como en las mejores tragedias clásicas, en separar a dos jóvenes poniéndoles a prueba. Pero, como dice la canción, “no hay montaña tan alta, ni valle tan profundo, ni río tan ancho que me impidan llegar a ti”.
“Dicen que son cosas de novela…pero ya les he aclarado que soy yo quien escribe la novela de mi vida y que soy yo quien decide de qué va a tratar”.
Lucia es estudiante de 4º de Filosofía y Periodismo. De un periodismo optimista, como refleja en su libro, en el que los telediarios incluyan “por lo menos diez minutos de noticias alegres… Sé que el mundo no es de color de rosa pero tampoco es negro. Si nos tragamos todas esas calamidades que pasan en el mundo y no tomamos luego un antídoto, corremos el riesgo de caer en un pesimismo bastante peligroso. Podemos pensar que, ya que el mundo está tan mal, no vale la pena hacer nada por arreglarlo. Y pensar así es un insulto para todas aquellas personas que día a día trabajan por un mundo mejor. Yo mostraría a esas personas a la gente. Creo que eso abriría muchas mentes y muchos corazones”.