Fiesta de la Santa Cruz en la Iglesia católica.
Dos fechas en las que se celebraba la santa Cruz. El 3 de mayo, se celebraba la Invención de la Santa Cruz, que recordaba el hallazgo de la verdadera Cruz, por Santa Elena, según la leyenda piadosa. El 14 de septiembre se recordaba la Exaltación de la Cruz, a partir de su recuperación de manos musulmanas y su entrada triunfante en Jerusalén, en manos del emperador Heraclio. La Iglesia, en su revisión del calendario fusionó ambas fiestas en la del 14 de septiembre, pero sin eliminar la devoción de la fiesta de «la cruz de mayo», donde se hallaba establecida y gozaba de tradición, adornando las cruces con flores u otros signos.
Actualmente, más que al hecho histórico del hallazgo o la recuperación de la cruz material, la fiesta hace, (con sus oraciones y lecturas) a la necesidad del sacrificio redentor de Cristo, y no tanto a la cruz, como instrumento. Unos afirman que es un símbolo maldito; otros que no hubo tal cruz, sino que era un palo, esta idea es la que tienen los testigos de Jehová. Para otros, la cruz es símbolo de humillación, derrota y muerte y por eso ven mal que una persona lleve una cruz al pecho o tenga una cruz en su casa. Pero piensan eso porque ignoran el poder de Cristo para cambiar la humillación en exaltación, la derrota en victoria, la muerte en vida y la cruz en camino hacia la luz.
Jesús, sabiendo el rechazo que iba producir la predicación de la cruz, «comenzó a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho…ser matado y resucitar al tercer día. Pedro le tomó aparte y se puso a reprenderle: ‘¡Lejos de ti, Señor, de ningún modo te sucederá eso!’ Pero Él dijo a Pedro: ¡Quítate de mí vista, Satanás! ¡…porque tus pensamientos no son de Dios, sino de los hombres!» (Mt 16, 21-23). La cruz es el símbolo del cristiano, que nos enseña cuál es nuestra auténtica vocación como seres humanos. «Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre» (Mt 24,30). Algunas personas, para confundirnos, nos preguntan: ¿Adorarías tú el cuchillo con que mataron a tu padre? ¡Por supuesto que no! A los que nos hacen estas preguntas podemos contestar: 1º. Porque mi padre no tiene poder para convertir un símbolo de derrota en símbolo de victoria; pero Cristo sí tiene poder. ¿O tú no crees en el poder de la sangre de Cristo? Si la tierra que pisó Jesús es Tierra Santa, con mayor razón la cruz bañada con la sangre de Cristo, es Santa Cruz. 2º. Hay que aclarar para que no confundan. No fue la cruz la que mató a Jesús sino nuestros pecados.
Dice la Biblia. «Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras maldades; el castigo que sufrió nos trajo la paz, por sus heridas alcanzamos la salud.». (Is 53, 5). ¿Cómo puede ser la cruz signo maldito, si nos cura y nos devuelve la paz? 3º. La historia de Jesús no termina en la muerte. Cuando recordamos la cruz de Cristo, nuestra fe y esperanza se centran en el resucitado. Por eso para San Pablo la cruz era motivo de gloria: En cuanto a mí, de nada quiero gloriarme sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Pues por medio de la cruz de Cristo, el mundo ha muerto para mí y yo he muerto para el mundo. (Gál 6, 14).
«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna». (Jn 3, 16). Pero ¿cómo lo entregó? ¿No fue acaso en la cruz? La cruz es el recuerdo de tanto amor del Padre hacia nosotros y del amor mayor de Cristo, quien dio la vida por sus amigos (Jn 15, 13).
La cruz es signo de reconciliación con Dios, con nosotros mismos, con los humanos y con todo el orden de la creación. La cruz es el símbolo del cristiano, que nos enseña cuál es nuestra auténtica vocación como seres humanos. «Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre» (Mt 24,30).
Satanás el orgulloso y soberbio odia la cruz porque Jesucristo, humilde y obediente, lo venció en ella «humillándose a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz», y así transformo la cruz en victoria: «…por lo cual Dios le ensalzó y le dio un nombre que está sobre todo nombre» (Flp 2, 8-9).
Hasta la próxima.