El conflicto que se sufre en Siria no es interno ni de origen civil; es un conflicto generado por agentes externos al Pueblo de Siria, al Estado y a su gobierno. Puesta la mirada del mundo hacia Siria, es ocasión de preguntarnos, como lo hicimos en su momento en referencia a la invasión de Irak, sin otro motivo que conocer la verdadera génesis del conflicto: ¿De quién es la mano que mece esta cuna?
En Siria se ha preparado un cocktail muy peligroso, pues en Siria hay gas, hay petróleo y hay armamento de procedencia extranjera; y no obstante que los tres productos valen millones de dólares, no son ni las armas ni el petróleo ni el gas, por mucho, el interés principal de la mano que mece esta cuna. Su interés tiene como único objetivo el territorio.
Las Sagradas Escrituras dan cuenta de una profecía presentada por Cristo a sus apóstoles: “Al salir del Templo, le dice uno de sus discípulos: -Maestro, mira qué piedras y qué construcciones. Jesús le dijo: -¿Ves estas grandiosas construcciones? No quedará piedra sobre piedra que no sea derruida. Estando luego sentado en el monte de los Olivos, frente al Templo, le preguntaron en privado Pedro, Santiago, Juan y Andrés: -Dinos cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de que todas estas cosas están para cumplirse” (Mc 13, 1-3). Esta profecía se cumplió en el año 70 cuando el futuro emperador Tito lanzó al ejército romano contra l apoblación judía. La ciudad de Jerusalén fue arrasada, los sumos sacerdotes aniquilados, el templo saqueado y destruido, y millares de judíos hechos prisioneros y llevados a otras provincias romanas. Ese fue el inicio de lo que el emperador Vespasiano concretaría en el año 135 con la destrucción de la nación judía -la Diáspora- en la que murió medio millón de judíos y el resto fue desterrado. Vespasiano colocó legiones romanas en las fronteras para que ninguno pudiese regresar a Judea.
Dios le quitó al Pueblo de la Alianza la tierra que le había concedido, como castigo por su rechazo al Mesías que envió en Cristo-Jesús, con su expulsión de la Tierra prometida. Israel había sido infiel a la alianza establecida con Dios; pero Dios, que sí es fiel, había anunciado, por medio del profeta Ezequiel lo que sucedería veinte siglos después del destierro: “Voy a recoger a los israelitas de entre las naciones a las que marcharon. Los reuniré de todas partes para conducirlos a su suelo. Haré de ellos una sola nación en esta tierra, en los montes de Israel” (Ez 37, 21-22). Esta profecía tambien se cumplió: en 1947 con la entrega de territorios palestinos a colonos sionistas, en 1948 con el establecimiento del Estado de Israel, y en 1967 con la ocupación israelí de la Franja de Gaza, Cisjordania, el este de Jerusalén, la península del Sinaí y territorios del Golán en Siria.
Desde sus inicios, la clave del conflicto árabe-israelí consiste en que esta ocupación de territorios palestinos por parte de sionistas inmigrantes ha obligado a la población palestina a huir a países vecinos. En 1947 fueron casi un millón los palestinos desplazados y en 1967 otro millón, pero como Israel continúa ocupando más territorios, para el siglo XXI ya son casi cuatro millones los palestinos desplazados.
La ocupación de territorios palestinos lo concibió el Sionismo, un movimiento político operado por la Organización Sionista Mundial, fundada en 1897 en Basilea, Suiza, por el periodista judío Theodor Herzl, bajo los postulados de la unidad del pueblo judío en la tierra de Israel, la centralidad del Estado de Israel en Jerusalén y el arribo de judíos a Israel desde todos los países para su integración en la sociedad israelí.
Para entender qué es el Sionismo es preciso saber que no es lo mismo Sionismo que Judaísmo, pues es común que a los críticos del Sionismo se les acuse de Anti-semitas, que tampoco es lo mismo que Anti-judío, pues, en rigor, semitas son todos los pueblos de Palestina y de Oriente medio, tanto árabes como judíos.
El Sionismo moderno, tutelado por el gobierno de los Estados Unidos, pretende extender la ocupación israelí a más y más territorios con el objeto de implementar un Mega-Estado de Israel. Para lograrlo, requiere desplazar a las poblaciones cristianas y musulmanas que allí residen y que hasta fines del siglo XX habían convivido pacíficamente. Para desplazarlos, el plan es enfrentarlos y provocar un choque de civilizaciones.
La mano que mece la cuna en Siria se llama Sionismo y la realidad es que el Pueblo palestino esta siendo despojado de su tierra con el apoyo de los Estados Unidos. Punto.