Aunque la celebración de la Epifanía es motivo, cada año, de ilusiones inolvidables en muchos niños, la narración escriturística de la visita de los Santos Reyes a Jesús recién nacido, que nos entrega san Mateo en su Evangelio, contienen significados que trascienden la piedad popular y la tradición de los regalos para los niños.
Para el papa Francisco, los Reyes Magos “siguiendo una luz, buscan la Luz”, pues “la estrella que aparece en el cielo enciende en su mente y en su corazón una luz que los lleva a buscar la gran Luz de Cristo. Los Magos siguen fielmente aquella luz que los ilumina interiormente y encuentran al Señor”. Así lo dijo en la basílica vaticana durante la homilía que pronunció el lunes 6 de enero con ocasión de la solemnidad de la Epifanía, en la que explicó que “en este recorrido que hacen los Magos de Oriente está simbolizado el destino de todo hombre: nuestra vida es un camino, iluminados por luces que nos permiten entrever el sendero, hasta encontrar la plenitud de la verdad y del amor, que nosotros cristianos reconocemos en Jesús, Luz del mundo” y afirmó que “lo importante es estar atentos, vigilantes, escuchar a Dios que nos habla, siempre nos habla… …Sobre todo, escuchar el Evangelio, leerlo, meditarlo y convertirlo en alimento espiritual nos permite encontrar a Jesús vivo, hacer experiencia de Él y de su amor”.
El Santo Padre presentó una analogía entre las fuerzas del mal y el palacio de Herodes: “Nos dice el Evangelio que los Magos, cuando llegaron a Jerusalén, de momento perdieron de vista la estrella. No la veían. En especial, su luz falta en el palacio del rey Herodes: aquella mansión es tenebrosa, en ella reinan la oscuridad, la desconfianza, el miedo, la envidia. De hecho, Herodes se muestra receloso e inquieto por el nacimiento de un frágil Niño, al que ve como un rival. En realidad, Jesús no ha venido a derrocarlo a él, ridículo fantoche, sino al Príncipe de este mundo. Sin embargo, el rey y sus consejeros sienten que el entramado de su poder se resquebraja, temen que cambien las reglas de juego, que las apariencias queden desenmascaradas. Todo un mundo edificado sobre el poder, el prestigio, el tener, la corrupción, entra en crisis por un Niño” y explicó que “los Magos consiguieron superar aquel momento crítico de oscuridad en el palacio de Herodes, porque creyeron en las Escrituras, en la palabra de los profetas que señalaba Belén como el lugar donde había de nacer el Mesías. Así escaparon al letargo de la noche del mundo, reemprendieron su camino y de pronto vieron nuevamente la estrella, y el Evangelio dice que se llenaron de «inmensa alegría» (Mt 2,10). Esa estrella que no se veía en la oscuridad de la mundanidad de aquel palacio”.
El papa Francisco ha encontrado en los Reyes Magos una maravillosa virtud que es la astucia; le llamó “santa astucia”, se refirió a ella como una “sagacidad espiritual” y recomendó su práctica a toda persona: “Un aspecto de la luz que nos guía en el camino de la fe es también la santa astucia… esa sagacidad espiritual que nos permite reconocer los peligros y evitarlos. Los Magos supieron usar esta luz de ‘astucia’ cuando, de regreso a su tierra, decidieron no pasar por el palacio tenebroso de Herodes, sino marchar por otro camino. Estos sabios venidos de Oriente nos enseñan a no caer en las asechanzas de las tinieblas y a defendernos de la oscuridad que pretende cubrir nuestra vida. Ellos, con esta santa astucia, han protegido la fe. Y también nosotros debemos proteger la fe. Protegerla de esa oscuridad. Esa oscuridad que a menudo se disfraza incluso de luz. Porque el demonio, dice san Pablo, muchas veces se viste de ángel de luz… …Pero la fe es una gracia, es un don. Y a nosotros nos corresponde protegerla con la santa astucia, con la oración, con el amor, con la caridad. Es necesario acoger en nuestro corazón la luz de Dios y, al mismo tiempo, practicar aquella astucia espiritual que sabe armonizar la sencillez con la sagacidad, como Jesús pide a sus discípulos: «Sean sagaces como serpientes y simples como palomas» (Mt 10,16)”.
El papa concluyó la homilía de la Epifanía al afirmar que los Reyes Magos “nos enseñan a no dejarnos engañar por las apariencias, por aquello que para el mundo es grande, sabio, poderoso. No nos podemos quedar ahí. Es necesario proteger la fe” e invitó a que “a ejemplo de los Magos, con nuestras pequeñas luces busquemos la Luz y protejamos la fe”. Así sea.