Ya llevamos una semana del 2014, pero todavía nos deseamos un feliz año nuevo con las personas que nos encontramos y que no habíamos saludado.
Pero, me pregunto y pregunto a usted: ¿qué expresamos con decir “feliz año nuevo”? que te vaya muy bien, que tengas éxito en todo, que cumplas tus propósitos, tus objetivos.
Bien, vayamos a esos objetivos o propósitos de año nuevo. Debemos empezar por verificar que los hayamos definido bien, que no sean tan vagos o generales que no haya cómo o por dónde empezar. Tampoco es saludable dejarlos al “áhi se va”, en que dicen que nos acomodamos tan fácilmente los mexicanos, dejando muchas cosas a la improvisación, a resolver en la última hora.
Es bueno ser realistas, conocedores de nuestra situación, de nuestras limitaciones, caminar con los pies en el suelo; pero también con el anhelo de avanzar, o sea con el corazón encendido, en alto, en el cielo.
Aprendamos más. Todos lo requerimos, incluso los adultos mayores, al menos aprender a adaptarnos a nuevas situaciones de vida. En torno nuestro y en nuestro ámbito de trabajo hay nuevas exigencias, nuevos instrumentos. Hay todo un cambio de época ante el que no podemos quedar al margen. Todos necesitamos aprender más, no sólo los niños y jóvenes.
Amemos más. Amemos lo que aprendamos. Lo que aprendemos pueden ser conceptos, pero nos llevan a relación con personas. Amemos más a quienes tenemos cerca, familiares, vecinos, compañeros de trabajo. Amemos de verdad a quienes hemos alejado o a quienes no queremos acercarnos. El Papa Francisco nos lanza a ir a quienes están más alejados.
Actuemos más. Que no se nos vaya en aprendizajes teóricos y que nos encierran en nosotros mismos. Incluso una persona recluida por enfermedad o que ha hecho votos de encierro, por ejemplo una religiosa de vida contemplativa, no se debe aislar del mundo como ignorándolo o rechazándolo. Pero la actuación no nos lleve al activismo. Hay que poner por obra lo que hemos aprendido y en bien de quienes amamos.
En todo esto, tengamos en cuenta que somos cuerpo, biología. También somos inteligencia, razonamiento. Igualmente somos afectividad, nuestros sentimientos nos dan una señal de agrado o desagrado a nuestro entorno de acontecimientos y personas. Desde luego que somos seres espirituales, hay un ser supremo que nos guía, a quien yo llamo Dios Padre y que nos ha dado a su Hijo y su Espíritu, que nos acompaña todo el tiempo y en todas partes.
Jesucristo es Dios con nosotros. Pidámosle que nos bendiga, que nos acompañe, que nos sostenga con su Espíritu para el cumplimiento de estos propósitos de año nuevo.
A 9 de enero de 2014
+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán