Si Dios es Amor, ¿puede pedir algo diferente del amor? Todo su actuar nace del amor y lleva al amor. Entonces si algo desea de nosotros es, simplemente, amor.
Por eso nuestra vida es un milagro de amor. No sólo por las aventuras que llevaron un día a nuestros padres a amarse y a cuidarnos, sino por cada uno de los momentos, grandes o pequeños, que construyen el camino apasionante que recorremos poco a poco.
Si todo nace del amor, si el amor explica lo grande y lo pequeño, el fin de la vida no puede ser otro que el amor.
Nacidos por amor y para amar: así podemos resumir el sentido de la vida de cada ser humano. Pero, con frecuencia, nos perdemos. Dejamos que el alma quede aprisionada en ambiciones pequeñas, en miedos confusos, en prisas, en proyectos, en diversiones, en trabajos… y el amor queda a un lado, entre los objetos pendientes u olvidados.
Cada mañana necesito recordarlo: si Dios es Amor, me toca amar. Sólo así tendrá sentido mi esfuerzo cotidiano. Sólo así sembraré algo de dulzura en un mundo hambriento de cariño. Sólo así serviré a Cristo en el pobre, en el enfermo, en el anciano, en el triste.
Sólo así mi vida será plenamente vida porque se habrá convertido, en los límites de mi pequeñez humana, en un reflejo del fuego de Amor que explica el universo y que espera abrazarme un día, para siempre, en el cielo.