La estrategia de poder, el argumento de campamento sitiado y el proceso de implosión interna.
El movimiento yihadista que ha instaurado un estado islámico en el norte de Irak con su principal bastión en la ciudad de Mosul, y que ha provocado la persecución y éxodo de las minorías religiosas, entre ellas, las poblaciones cristianas, como el gobierno de Irak en Bagdad que con el soporte logístico del ejército estadounidense ha realizado operaciones de bombardeo selectivo contra los insurgentes, utilizan en uno y otro bando, el asesinato como estrategia de poder, porque quienes practican este tipo de pronunciamientos están convencidos de que el fin justifica los medios, persiguiendo sembrar el terror y apoderándose de la sociedad, el miedo u horror, con el fin de paralizar los intereses del contrario.
Sin embargo, este tipo de acciones solamente hacen que fomentar más violencia, no sólo en aquellos que la practican para conseguir sus fines, sino también por parte de los que utilizan este mismo medio para reprimirla, porque el uso de las armas sean del género o lugar que provengan, ante las continuas agresiones, están dando como resultado tanto una espiral de terror por parte de los milicianos como por el régimen, que responden en grado y de forma directa o permanente, en ambos casos, con un sistema de dominación que implanta su ideología e instaura su hegemonía con el fin de mantener la soberanía sobre el conjunto del territorio.
La causa directa de este conflicto es la agresión suscitada por la continua provocación, que se halla latente en quienes pretenden reafirmar su supremacía, idea que se corresponde con el argumento de campamento sitiado que utiliza la presión militar, a través del mantenimiento del estado de sitio e incursiones armadas, porque ambas partes insisten en la necesidad de sostener una situación de guerra civil, ya sea mediante la práctica de crímenes como instrumento para sembrar el pánico entre la población civil, y desestabilizar la región, o respondiendo con una escalada bélica al proceso de implosión interna que pretende justificar la intervención armada, utilizando para ello cualquier recurso a su alcance, que por extensión revierte en el objetivo de escindir el país o mantener las continuas tensiones y amenazas.
Por esta razón, en aplicación del estatuto jurídico referente a las sanciones o embargo de armas en los términos que se atribuyen a la transgresión de obligaciones contraídas y deberes adquiridos por el incumplimiento de las normas vigentes en materia de tratados internacionales, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) condena en particular a quienes sobre el terreno atentan contra los acuerdos establecidos de no injerencia en los asuntos internos de una nación, así como incurren en la comisión de actos que ponen en peligro la paz y seguridad en la zona o suponen un crimen de lesa humanidad.
José María Amenós Vidal. Servicio de Información Católica para hispanoamérica (Administrador).