En su obra “The Father’s Tale. A Novel” (2011), Michael D. O’Brien incluye un capítulo titulado “La serpiente y el cocodrilo”, que sirve para reflexionar sobre las diferencias entre el totalitarismo comunista y el mundo capitalista supuestamente libre.
En un diálogo de la novela, el canadiense Alexander Graham y la doctora rusa Irina Filippovna comparan la situación que ha vivido Rusia con lo narrado por Orwell en su famosa novela “1984”, mientras que Occidente quedaría retratado con las ideas de “Un mundo feliz” (“Brave New World”) de Huxley.
Desde esa comparación, se pasa a discutir qué sería menos malo: ser atacado por la dentellada de un cocodrilo, o quedar hipnotizado bajo la acción de una serpiente que luego rodea y asfixia a su víctima.
En el fondo, las dos situaciones son dañinas. La primera (el cocodrilo) reflejaría la agresividad de los revolucionarios comunistas. La segunda (la serpiente), la acción venenosa de un mundo que presume de libertades pero narcotiza los espíritus, hasta destruir a sus víctimas incautas.
La comparación es discutida por los dos personajes de la novela de O’Brien, que no llegan a estar de acuerdo sobre su validez. Más allá de lo que ellos dicen, el lector se siente estimulado a pensar: ¿estamos bajo el ataque de un cocodrilo o de una serpiente?
Porque en la vida cada uno de nosotros vive bajo cientos de influjos. Unos nos llevan al bien, la verdad, la justicia. Otros nos dañan, nos engañan, nos lanzan hacia la mentira, la injusticia, el mal.
Ser atacados por el cocodrilo permite, al menos, percibir la gravedad de la situación, incluso reaccionar desde el fondo del alma para resistir al tirano (sea un dictador “de izquierdas” o “de derechas”, si tales términos tienen algún sentido). En cambio, la acción envolvente de la serpiente seduce con la suavidad de sus formas pero al final destruye a sus víctimas, que sólo perciben el peligro cuando ya están atrapadas bajo un abrazo asesino.
Por eso a la hora de valorar un sistema político y económico no basta con señalar si hay supuestas libertades que luego encandilan (el capitalismo), o policía y denunciantes despiadados (comunismo, nazismo y otros sistemas parecidos), sino ir al corazón: ¿este sistema respeta al ser humano en su dignidad, reconoce los derechos de todos, busca el bien común, deja espacios al pensamiento maduro y serio?
Mientras la historia sigue su curso, cocodrilos y serpientes trabajan para aniquilar a los hijos de los hombres, en esa lucha tremenda que es narrada en el “Apocalipsis” y que refleja la eterna lucha entre Dios y Satanás.
Cada uno necesita preguntarse dónde se encuentra ahora, quién le ataca o con quién colabora. Si la serpiente o el cocodrilo nos asedian, siempre podremos mirar a quien, desde una Cruz, vence el mal. Entonces podremos resistir ante cualquier dentellada amenazadora o a los ataques de narcóticos que paralizan. Y optaremos, llenos de entusiasmo, por seguir a Jesucristo, Rey del Universo y Salvador de los humildes, sencillos y valientes.