Los grandes clásicos, con sus luces y sombras, nos pueden ayudar en nuestro caminar. Son como un árbol de muchos años. Su corteza es dura y difícil de penetrar. Han sufrido las inclemencias de tantos siglos, pero su sombra es segura.
Teresa de Jesús fue una mujer que se experimento mujer y pudo medir la extensión de sus propias capacidades y limitaciones; valerosa, de ánimo decidido, fuerte, de buen humor, lectora apasionada, femenina, sencilla, auténtica, buscadora de la verdad; Teresa afronta el concepto sociocultural y eclesial que sobre la mujer se tenía en el siglo XVI, ya que impedía reconocer la verdadera naturaleza de la mujer igual que la del varón, capaz de santidad, virtud y estudio. El hecho de concebirla como naturaleza imperfecta, de segundo orden, hacia difícil que saliera a la luz la riqueza humana y religiosa enraizada en su identidad femenina. Son “tiempos recios” para una mujer que quiere ser mujer y realizar su profunda llamada apostólica, a pesar de esta situación, fundo diecisiete monasterios a lo largo de toda España, nada detuvo el espíritu inquieto de Teresa, sin haber estudiado en las universidades, se ha convertido, por sus escritos, en maestra de espirituales y doctora de la Iglesia.
Cuando tomamos en la mano un escrito teresiano adquirimos la conciencia palpable de que no nos hallamos ante un libro sino ante una vida concreta. Teresa de Jesús es una escritora especial, es maestra del buen decir. Su enseñanza es la comunicación humana a través de la palabra escrita, de un gran genio literario inimitable, escribe como habla, transmitiendo tal frescura como su caudalosa vitalidad de su fe, de su amor, que comunica y contagia. Con ella nace una nueva forma de transmitir lo divino, lo interior, lo indecible. Logra sintetizar en su magisterio espiritual directrices hasta entonces opuestas y mutuamente excluyentes. Lo intelectual y lo afectivo, la interiorización y su apoyo a las prácticas exteriores se sumergen en un equilibrio formidable. La ascética teresiana adquiere tonos de humanismo en esa serie de virtudes sociales que la Santa inculca con su ejemplo y su doctrina. Son los destellos del santo que liberado y transfigurado palpita de humanidad reconciliada. Sobre el duro desierto de la abnegación y como expresión del amor verdadero, hacia Dios y hacia el prójimo, florece el evangelio de las virtudes humanas. El hombre de oración que Teresa educa y que su vida refleja, es una humanidad plena de afabilidad, agradecimiento, suavidad, discreción, alegría, sinceridad, simpatía desbordante.
Teresa de Jesús, mujer que quería encontrarse con Dios, ponerlo en el centro de su vida, proclamar sus grandezas. Impulsada por este ardiente deseo y guiada por el Espíritu, llegó a una profunda unión con El; a ser “Amiga Fuerte de Dios”.
Teresa ofrece con su vida un nuevo paradigma de mujer en la Iglesia, Teresa es un clásico espiritual que puede inspirar a todos aquellos que buscan la verdad, que buscan al Dios vivo.