Vivir la percepción de estar ante una mesa con una pata coja, es especialmente desagradable, aunque su diferencia no sea mucha. Pero la experiencia se vuelve atroz cuando la diferencia de la pata es tal que hace inútiles nuestros intentos para hacerla funcional y determina que la mesa inservible aunque su cubierta horizontal sea magnífica. Entonces decimos: ¡Basta!, sí, ¡Basta!.
Esta mesa hoy tiene un nombre: “México”. A fines de 2014 se ladea, trastabillea, como consecuencia de su pata coja que también tiene un único nombre: “Desigualdad” (económica y social). Esto es, aún sin subestimar importantes elementos como “el deficiente estado de derecho”, “la debilidad institucional” “la afectación del tejido social”, etc., lo verdaderamente cierto y causa central es: la Desigualdad.
Pero precisemos lo siguiente: La Igualdad no es sino “ante Dios y ante la ley”, esto es, todos tenemos la misma dignidad y los mismos derechos fundamentales. La igualdad no significa que todos y cada uno de nosotros “tengamos un billete de mil pesos en la bolsa” o “una casa de 300 metros cuadrados”, etc. La Igualdad es reciprocidad, mesura, solidaridad, compromiso, dignidad, moralidad, respeto real de los derechos de todos, oportunidad y condiciones de sustento y desarrollo, salud y verdadera educación, equidad, de todos y para todos; no siendo los seres o cosa iguales, trata de ponerlos en sano equilibrio, proporcionalidad, equidad, armonía, en cambio constante, con satisfactores suficientes de sus necesidades. Por su parte, la desigualdad es incluso, en su inicio, un cierto desequilibrio, o una desproporción sostenida, aceptable, razonable, esencial en la conformación de la realidad, cambiante en personas, textos y contextos, manejable, comprensible, que cuando crece y se vuelve enorme, desproporcionada, irreversible, irrazonable, igual en personas, textos y contextos, ilimitada, estalla. Esto sobre todo cuando se aprecia que los poderosos no buscan decrecerla sino incrementarla y hasta institucionalizarla. Vamos, la Igualdad es una desigualdad razonable; y la Desigualdad un desbalance también razonable, que fácilmente, en el descuido social, puede llegar a ser extremo, insoportable y muy, muy dañino.
El paso de la igualdad o equilibrio a la desigualdad e injusticia, parte del egoísmo y la ambición de los hombres poderosos capaces de imponerla a costa principalmente de los desdichados e indefensos, hasta que se rebasa su límite, como lo ha demostrado mil veces la historia. Y en México ya llegamos ahí. ¡Basta!. Por tanto, el equilibrio socioeconómico, el trabajo arduo constante para asegurar una mejor distribución de bienes y satisfactores, la cancelación radical de la corrupción y la impunidad, son hoy imperativos éticos, acciones morales comunes y organizadas, impostergables.
Sobrepasemos el discurso, las buenas intenciones, dinero, programas, política e incluso leyes y reformas, y vayamos a donde está la solución verdadera: Hacer la cosas distintas, hacerlas de nuevo. Nosotros, con nuestros valores, creencias e identidad, con visiones e historia, compromiso, trabajo, solidaridad, sentido de unidad, comunidad y finalidad, de manera organizada y sistemática, con amor y con verdad.
Desterremos el desequilibrio desproporcionado, la insoportable y nociva desigualdad. Con el corazón, en forma apasionada, reconstruyamos el país, a partir de esta única estrategia. Hagamos todo diferente y nuevo. No hay otro camino. Es posible. Contamos con Dios que nos ama a todos, sin excepción.