Las movilizaciones europeas de repulsa contra los atentados yihadistas contra la revista satírica Charlie Hebdó y la inmediata respuesta de la ley, contrastan con la resignación e indiferencia con el que atentados de mayor envergadura son manejados por gobiernos, instituciones internacionales, cuerpos de seguridad, tribunales y medios de comunicación. ¿Dónde estaban los cuerpos de operaciones especiales cuando el ejército israelí bombardeaba a la población civil de la franja de Gaza? ¿Ya han sido detenidos y ajusticiados los responsables de la muerte de más de 100.000 civiles tras el bombardeo de la coalición americana contra Irak? ¿Nos contaron los medios el drama de cada una de esas familias destrozadas por los bombardeos, cómo han relatado la vida de cada uno de los trabajadores de la revista francesa? ¿Nos han contado los servicios de interior el paradero y detención de los criminales con cargo político que dieron la orden de bombardear a inocentes en Afganistán, Siria o Ucrania? ¿Se han entregado a la justicia, se han atrincherado y han sido ejecutados por los francotiradores de la policía?
La psiquiatría clínica sabe, que ni el terrorista, ni las organizaciones terroristas surgen por generación espontánea, sino que son fruto, de un proceso tras un trauma puntual o reiterado sobre individuos o colectivos a los que no se les ha dado un consuelo o reposición del daño causado. Optando por un medio violento para resarcirse o vengarse de los símbolos o autores de su desgracia, amparando la legitimidad de sus atentados en una interpretación sesgada de libros sagrados, nacionalismos o ideologías, modeladas por la ira, la rabia y la desesperación.
El integrismo capitalista promueve y se beneficia de este terror, pues obliga a todos los países a estar en alerta constante, a hipotecar su futuro con créditos para invertir en armamento, a crear lucrativas alianzas y dependencias en seguridad…
Un mundo en paz, no necesita fronteras, ni ejércitos. Pero, la industria armamentística y militar necesita ampliar mercados, no arruinarse. En su ayuda, corre veloz la banca mundial, que necesita países en conflicto para conceder préstamos para aprovisionarlos de armamento, y así, enriquecerse con los intereses de la deuda y sus demoras. El peso de la deuda obliga a los países a realizar cambios estructurales que benefician a multinacionales y arruinan la economía local, provocando desigualdades comerciales y sociales que crean desorden y así justifican la represión y la autoridad sobre los oprimidos, en los que una minoría, verán en el terrorismo una vía para castigar a sus verdugos.
Hace falta una transformación de la conciencia para no ser víctima del integrismo económico que permite que unos humanos se hagan ricos a costa del trabajo de otros. Integrismo capitalista que continuara poniendo todo su empeño en crear conflictos para que sus ideas delirantes sobre beneficios económicos no se vean frustrados.
Un obrero de iglesia pobre.