No una reforma cosmética, sino una verdadera conversión pastoral. Una transformación que todavía “está en pañales”, José Luis Lacunza Maestrojuán sobre los cambios que está impulsando el Papa Francisco en la estructura del Vaticano. El flamante cardenal de Panamá habló de este y otros temas en una entrevista con el Vatican Insider.
¿Qué significa para Panamá tener un cardenal?
Para Panamá es un signo de bendición y de mirada benevolente del Papa Francisco, por primera vez en toda la historia de la Iglesia panameña que exista un cardenal. Eso implica que el Papa ha querido que la Iglesia panameña esté presente en ese ámbito cercano suyo para ayudarle a dirigir la vida de la Iglesia. Algo habrá visto en Panamá para buscar un obispo que le acompañe.
Usted no es el obispo de la diócesis más grande del país, ¿resulta sorprendente no?
La diócesis de David es la segunda o tercer diócesis del país, pero en Panamá todo es pequeño en términos territoriales. Fuera de la Arquidiócesis (de Panamá), que tiene casi dos millones de habitantes, David tiene aproximadamente medio millón, es una diócesis de periferia, la mayoría de los habitantes son o indígenas, o campesinos, ciertamente que haya mirado hasta esta parte del país resulta extraordinario.
¿Le preocupa que el Papa lo haya elegido?
Me preocupa, significa un reto grande para uno. Si el Papa lo mira a uno significa que espera algo y hay que estar preparado, dispuesto a dar lo mejor, para poder cumplir con esa expectativa que el Papa ha tenido en nombrarle.
Usted viene de un país donde hasta hace muy poco jamás se hubiese esperado tener un cardenal…
Si, dentro de la mentalidad de una Iglesia dirigida, gobernada o enfocada hacia las grandes metrópolis, se pensaba eso. Eran sedes cardenalicias, se decía que en esas ciudades siempre iba a haber cardenales y ahora con el Papa Francisco eso se ha caído, ya no existen esas sedes. En los consistorios de este pontificado se han elegido cardenales de países o de lugares que jamás se hubiera imaginado que iban a tener uno. Y otras, que tradicionalmente tenían, se han quedado sin cardenal. Yo creo que eso es romper ese paradigma de la Iglesia administrativa gobernada en función de números, de cantidades, de importancias, el Papa se fija en otros criterios ahora.
¿Siente una responsabilidad mayor por provenir de uno de esos países que manifiestan la voluntad del Papa de ampliar los horizontes del Colegio Cardenalicio?
Para entender lo que el Papa quiere para la Iglesia se debe entender un poco la Iglesia latinoamericana y el documento de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida. Cercana, abierta, misionera, misericordiosa, es lo que la Iglesia de América Latina diseñó para sí misma en ese encuentro de Aparecida. Ese es el estilo de Iglesia que él quiere y uno, como obispo de esa región, siente la obligación de ayudar al Papa en ese diseño para la Iglesia universal.
A usted le ha tocado ser cardenal en medio de un proceso de reforma importante al Vaticano impulsado por el Papa, ¿cómo lo ve?
Todavía eso está muy en pañales, por ahora se ha avanzado todavía en una mínima parte de lo que realmente se quiere. Hay un consenso mayoritario entre los cardenales de que lo hecho, hasta ahora, está bien: Una propuesta de reducción de los organismos de la Curia, un “enflaquecimiento” de la estructura, pero hay que ir más allá. El objetivo no debería ser realizar sólo una reforma cosmética, sino ir al fondo y realizar una conversión pastoral, que pasa por entender la Iglesia no como un fin en sí misma sino como un instrumento para hacer el evangelio creíble y aceptable.
¿Ya pensó qué pudiera aportar usted y Panamá en este camino señalado por el Papa?
Panamá como Iglesia es la primera diócesis de tierra firme del Continente Americano. Panamá fue la puerta por la cual la fe entró. Eso nos plantea ahora mismo la urgencia de continuar abriendo las puertas para que esa fe pueda seguir llegando a todo el mundo.
¿Va a ser difícil?
Claro que es difícil, porque la fe no es un barniz exterior, no es un maquillaje. La fe es un estilo de vida, debe llegar al corazón, tiene que llegar al modo de ser profundo y después traducirse en el modo de ser de cada día. Eso requiere una conversión radical. Eso no es fácil, no es simple estar tan disponible a decir: Yo, a partir de ahora, hago borrón y cuenta nueva.
Del Vatican Insider