Es obvio que no existen padres perfectos. Como cualquier ser humano, tienen sus límites, sus errores, sus debilidades. Lo que no es obvio que un niño reproche duramente a sus padres por lo que considera un defecto en uno de ellos o en ambos.
Los niños suelen amar la verdad y ser sinceros. Por eso, al ver algo que consideran extraño, pueden expresar su sentimiento, incluso su crítica: eso está mal y no debería hacerse.
Pero no siempre el niño tiene la razón, o si la tiene en ocasiones se comporta con dureza excesiva. Por eso, si piensa que mamá actúa mal al hablar de esto o de lo otro, sorprende escuchar a un niño que la recrimina, que incluso le exige con firmeza: “mamá, ya basta, cambia de tema”.
¿Cómo actuar si ocurre eso? Depende de la edad del niño, de su mayor o menor apertura a las indicaciones de sus padres, y del asunto en cuestión. Si el padre o la madre han dicho una mentira más que evidente, la acusación del hijo tiene su origen en el mal comportamiento que acaba de presenciar.
Aun en ese caso, el hijo sigue siendo hijo y necesita aprender a respetar a sus padres. Un dedo acusatorio y palabras agresivas no corresponden a ese mínimo de educación que lleva a respetar a los mayores (y que también debe llevar al respeto a los hijos: todos tenemos la misma dignidad).
Siempre es bueno recordar que un hijo existe desde sus padres. En algunos casos esos padres no serán perfectos, pero ello no da licencia para que un hijo lance recriminaciones agrias o desprecios en público que están completamente fuera de lugar.
Por eso, si un hijo acusa e incluso se atreve a dar órdenes a sus padres como si fuese un pequeño dictador, hay que afrontar el caso con la seriedad que se merece. ¿Ha faltado autoridad? ¿No ha habido un buen camino de afecto en la familia? ¿Se ha cedido una y otra vez a los caprichos del hijo hasta convertirlo en un tirano agresivo y en un juez inmisericorde?
Un niño que corrige a sus padres desencadena preguntas profundas sobre lo que se vive en familia. Primero, sobre los comportamientos y decisiones de quienes tienen la hermosa vocación de ayudar al hijo a conocer el bien, a respetar los principios morales, a vivir correctamente. Segundo, sobre el ambiente de cariño que tanto propicia un buen ambiente en la familia. Tercero, sobre los modos mejores para corregirse, respetuosamente, dentro del hogar.
Un niño ha corregido a sus padres. Ha llegado el momento de un autoexamen para ver qué hace falta mejorar. Sobre todo, ha llegado el momento de ayudar al hijo a comprender que sus padres merecen respeto, a pesar de sus defectos, y de construir una armonía familiar donde el amor, el perdonar y el pedir perdón, se conviertan en actitudes concretas y habituales entre todos.