Los árboles ofrecen un panorama lleno de bellezas y misterios. Entre ramas y hojas, una vida inmensa aparece ante los ojos del caminante.
El canto de los pájaros acaricia lo más íntimo del alma. Algún que otro insecto vuela o salta mientras el sol asoma sus rayos movido por el viento.
Un sendero en medio del bosque lleva al viajero un sinfín de mensajes. Habla de vida, de belleza, de lucha, de derrotas, de victorias, de semillas que comienzan algo nuevo.
Ante tantos mensajes, colores, ruidos, cantos, silencios, olores, el corazón pregunta: ¿de dónde surge tanta variedad? ¿Quién dio inicio a una maravilla indescriptible?
Habrá quien diga que la casualidad produjo este panorama de formas y colores, de sonidos y de vientos, de aromas y de flores.
Pero esa explicación no basta para describir a cada ser vivo, ni para comprender la sinfonía que se produce en medio de un bosque de robles y abetos, de pinos y encinas, de castaños y de hayas, de cipreses y de tilos, de amapolas y de hierbabuena.
Detrás de esa explosión de vida hay una Mente y un Corazón divino. Sólo un Dios ingenioso y bueno pudo haber dado inicio a ese paisaje que extasía al caminante.
Seguimos en camino. Este sendero en medio del bosque nos susurra, nos grita tantas cosas. Basta con tener un corazón abierto para captar un mensaje de ternura. Reconoceremos, entonces, a nuestro Dios que es Creador artista y cercano a cada una de sus creaturas…