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Defendamos el derecho a la libertad religiosa ante la discriminación contra los cristianos

Nota del Editor: Apenas momentos antes de publicar este artículo hemos recibido la tristísima y muy preocupante noticia de que el Tribunal Supremo de EEUU, por una votación de 5-4, acaba de emitir su disparatada decisión de que el mal llamado “matrimonio” entre personas del mismo sexo es un “derecho inalienable” que se “encuentra” en la Constitución del país. Lejos de desanimarnos, esta monstruosa sentencia debe suscitar en nosotros un renovado compromiso con la lucha a favor del matrimonio verdadero y natural, aquel que es constituido por un hombre y una mujer, de cuya unión provienen los hijos, de manera natural o por adopción legal, estableciéndose así la familia, célula fundamental de una sociedad sana y justa. También debe suscitar en nosotros un renovado compromiso con la lucha por el respeto al derecho inalienable a la libertad religiosa, en peligro debido a esta decisión contra Dios y contra la naturaleza humana. Por supuesto, cuando decimos “lucha” nos referimos únicamente a los medios pacíficos – legales, educativos, pastorales y espirituales – que se deben utilizar para que nuestra nación y el mundo recobren la sensatez moral y espiritual. La oración y el ayuno son los medios más eficaces que deben acompañar la acción encaminada a restaurar nuestra cultura actual.

La Quincena por la Libertad, una iniciativa de los Obispos de EEUU que tendrá lugar del 21 de junio al 4 de julio, será un tiempo de oración, formación y acción, cuyo objetivo será enfrentar los muchos y graves desafíos que nuestra libertad religiosa está sufriendo en la actualidad. El tema de este año será “Libertad para dar testimonio”.

La Quincena por la Libertad comenzó en 2012, como una respuesta de oración al mandato del HHS [1] del gobierno, que pretende imponer a los patronos, en los planes de salud de sus empleados, la cobertura de anticonceptivos, fármacos abortivos y la esterilización. Esta imposición afecta particularmente a aquellos patronos que tienen convicciones religiosas o de conciencia y que, debido a esas convicciones, se oponen a que la ley les obligue a cooperar con estas prácticas inmorales.

Pero ahora, y durante estos años recientes, debido a una mal llamada “excepción religiosa”, que no le permitiría ni al propio Jesús servir a los necesitados, han sido radicadas 105 demandas judiciales que representan a 333 demandantes en un intento por preservar y proteger el derecho fundamental a conducir empresas, instituciones educativas y agencias benéficas en concordancia con sus convicciones religiosas y de conciencia.

El mandato del HHS no es solamente una amenaza a nuestra libertad religiosa. Los que defienden el matrimonio, como Dios lo ha definido, la unión de un hombre y una mujer, están siendo objeto de una creciente persecución.  Hay floristas, fotógrafos, pasteleros y hasta dueños de instalaciones que están perdiendo sus empresas, debido a que en conciencia no pueden apoyar o cooperar con “bodas” de personas del mismo sexo. También hay varias agencias católicas de beneficencia, a través del país, que han tenido que poner fin a sus servicios de adopción por no estar dispuestas a colocar niños en hogares de parejas del mismo sexo.

Y hay más aún. El gobierno federal ha discriminado a servicios humanitarios católicos retirándoles la calificación para obtener subsidios y contratos del gobierno, a pesar de que los servicios católicos siempre se han conducido de manera estelar en estos esfuerzos – por ejemplo, en cuanto a servir a las víctimas del tráfico humano – ya que se niegan a proporcionar anticonceptivos y abortos o a remitir a estos mal llamados “servicios”. Muchos estados han aprobado leyes de inmigración que criminalizan ciertos actos de caridad cristiana y de atención pastoral a los inmigrantes. La libertad religiosa es mucho más que la libertad para ejercer el culto. Incluye la capacidad de servir a todas las personas y a realizar obras de misericordia sin tener que comprometer la fe.

Las amenazas a la libertad religiosa son reales y crecientes. Pero, ¿cuán consciente está la persona promedio o aún el católico promedio de esta realidad? ¿Nos habremos vuelto apáticos ante lo que está pasando en derredor nuestro? Es fácil dar por sentado nuestro derecho fundamental a la libertad religiosa. Al igual que el derecho a la vida, el derecho a la libertad religiosa antecede su reconocimiento y, al mismo tiempo, estos derechos inherentes han sido reafirmados al haber sido consagrados en nuestra Constitución. ¡Nunca han debido ser erosionados! Generaciones y generaciones han crecido en una cultura judeo-cristiana con la convicción racional de que la mayoría de la gente ha sabido distinguir entre el bien y el mal, y de que la mayoría de la gente también ha sabido manifestar una decencia común y una predisposición a servir al prójimo. Pero, ¡cómo han cambiado las cosas! Lo que parecía imposible o impensable a nuestros no tan lejanos antecesores se ha convertido, para muchos, en “simplemente la manera en cómo se hacen las cosas” hoy en día. Las conciencias se han insensibilizado ante la realidad de que el bien y el mal existen, y de que la verdad objetiva también existe.

¿Podemos recuperar la fe y la conciencia colectiva de nuestra nación? Sí, podemos. Pero sólo con la gracia y la ayuda de Dios. La Quincena por la Libertad nos brinda una oportunidad especial para suplicar a Dios Su misericordia y el retorno a Su abrazo lleno de amor. Al igual que la viuda del Evangelio de San Lucas (Lc 18:1-8), a quien nada detuvo en su búsqueda de justicia y quien finalmente la recibió gracias a su persistencia, también nosotros debemos perseverar. Pero también debemos prestar atención a la manera como Jesús termina esta parábola: “Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a Él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?”

Formar e informar las conciencias oscurecidas no es tarea fácil y ciertamente la intervención divina es necesaria. San Juan Pablo II describe el rol de la conciencia de tal manera, que si se le hace caso, revolucionaría la forma en que muchos entienden la realidad y nos conduciría por el camino del crecimiento en la virtud y la santidad. Los juicios de conciencia no son arbitrarios. En su Encíclica El esplendor de la Verdad (no. 58), el santo Papa señala que “La conciencia moral no encierra al hombre en una soledad infranqueable e impenetrable, sino que lo abre a la llamada, a la voz de Dios. En esto, y no en otra cosa, reside todo el misterio y dignidad de la conciencia moral: en ser el lugar, el espacio santo donde Dios habla al hombre”.

Aquí descubrimos el secreto para cambiar los corazones y despertar la conciencia recta: debemos llegar a conocer y a amar a Dios. Sin una relación con Dios, que nos ama infinitamente, sin conocer Sus mandamientos y sin ponerlos en práctica, no sabremos qué hacer y fracasaremos. Cuando perdemos de vista a Dios, perdemos de vista quiénes somos. ¿Y nos preguntamos por qué todo se desintegra? Cuando amamos a Dios y buscamos hacer Su voluntad, y transitamos por el camino de la justicia, todo cambia, y no importa qué obstáculos enfrentemos y qué pecados tengamos que superar, sabemos que podemos caminar en la libertad y la verdad.

San Juan Pablo II entendió claramente este vínculo esencial entre la libertad y la verdad: “La madurez y responsabilidad de estos juicios [de conciencia] —y, en definitiva, del hombre, que es su sujeto— se demuestran no con la liberación de la conciencia de la verdad objetiva, en favor de una presunta autonomía de las propias decisiones, sino, al contrario, con una apremiante búsqueda de la verdad y con dejarse guiar por ella en el obrar” (El esplendor de la Verdad, no. 61).

Santo Tomás Moro, el gran estadista y mártir inglés entendió esto muy bien: “No puedo sino confiar en la bondad misericordiosa de Dios. Su gracia me ha fortalecido hasta hoy y me ha hecho capaz de estar dispuesto a perder bienes, tierras y la misma vida, con tal de no jurar contra mi conciencia”. Y antes de ser ejecutado en 1535, este santo proclamó: “Muero siendo un buen servidor del rey, pero de Dios primero”.

El presidente de una universidad católica en EEUU, resumió elocuentemente lo que se necesita para restaurar la cultura: “Salvar la libertad religiosa significa recordarle al pueblo que debe amar a Dios. Santo Tomás Moro nos enseñó que necesitamos la libertad religiosa. Más importante aún, nos enseñó que vale la pena morir por amor a Dios. Si ello es así, entonces vale la pena luchar por tener la libertad para amar a Dios”.

Dios nos ha dado los dones de la libertad, la verdad y la conciencia recta. Debemos enfrentar este pensamiento aleccionador: “Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?” Que perseveremos en la búsqueda de la Verdad y tengamos el valor de dar testimonio de nuestra fe, siempre.

[1]. Nota de VHI: HHS son las siglas en inglés del Departamento de Salud y Servicios Humanos del Gobierno del Presidente Barack Obama.

Para obtener más información acerca de la Quincena por la Libertad y cómo usted puede participar, visite la página de los Obispos, en español: http://www.usccb.org/issues-and-action/religious-liberty/fortnight-for-freedom/index.cfm , en inglés: http://www.usccb.org/issues-and-action/religious-liberty/fortnight-for-freedom/index.cfm.

Allison LeDoux es la directora de la Oficina de Respeto a la Vida y de la Oficina para el Matrimonio y la Familia de la Diócesis de Worcester, Estado de Massachusetts. La Sra. LeDoux también coordina a los Directores Provida Diocesanos de la región de Nueva Inglaterra y es miembro de los Subcomités para la Atención Provida/Familia de la Salud de la Conferencia Católica de Massachusetts. Recibió su certificado en Ética Católica de la Atención de la Salud del Centro Nacional Católico de Bioética en 2007. LeDoux y su esposo, John, quien es Diácono Permanente, son padres de ocho hijos.

Para obtener más información sobre éste y otros temas relacionados con la defensa de la vida humana y la familia, diríjase a Vida Humana Internacional, 45 SW 71 Avenue, Miami, FL 33144, USA. Tel.: (305) 260-0525. Página: www.vidahumana.org.

Vida Humana Internacional – Derechos Reservados –  26 de junio de 2015 – www.vidahumana.org.