Camino desde la luz y hacia una meta. Con la luz puedo ver mejor y pensar en la meta. Con la voluntad opto. Empiezo a caminar.
Ninguna opción es ciega, aunque a veces está herida por pasiones profundas. Siempre busco algo concreto, desde cosas sencillas (poner la sal adecuada a la comida) hasta asuntos mucho más complejos (escoger un buen médico que me cure de esa enfermedad tan molesta).
Por eso necesitamos momentos para evaluar bien las metas, para clarificar lo que realmente queremos. No podemos vivir según lo primero que pasa por nuestra cabeza, ni según las presiones que recibimos desde fuera. El tiempo de la vida de cada uno es precioso: sólo adquiere su sentido pleno desde opciones bien orientadas.
Una meta será buena si me abre a Dios y a los demás, si me permite vivir mejor las relaciones con la propia familia, si me integra armoniosamente en el trabajo, si destruye mi egoísmo y me lanza a servir a los necesitados.
En el horizonte de mi vida hay tantas metas… Dejar aquellas que dañan mi corazón y dañan a otros es una urgencia. Escoger aquellas que me acerquen al bien, a la verdad, a la belleza, es una exigencia ineliminable de mi conciencia.
Hoy, ¿qué metas escogeré? Tengo en mis manos el don maravilloso del tiempo. Con una mente reflexiva y con un corazón generoso, me esforzaré por hacer una buena elección. Así me acercaré a Dios y mis hermanos…