Una apuesta concreta. El Papa busca empujar un paso histórico: Que la Organización de las Naciones Unidas declare a la trata de personas como un crimen de lesa humanidad. Pero muchos Estados se niegan porque “no es conveniente” e, incluso, la mayoría carece de programas serios de combate a ese flagelo. El tráfico humano (sobre todo para explotación sexual) es todavía “un tabú” y millones de víctimas padecen vejaciones, torturas y violencias de todo tipo, en medio de la indiferencia colectiva.
De todo eso está convencida Alicia Peressutti. Argentina, desde hace casi dos décadas lucha contra ese tráfico, cuando el tema era totalmente invisible. En la ciudad cordobesa de Villa María fundó la organización no gubernamental Vínculos en Red. Gracias a ese trabajo conoció, hace muchos años, a Jorge Mario Bergoglio. Cuando era arzobispo de Buenos Aires, él apoyó no sólo espiritualmente su lucha, también consiguió financiamientos y firmó cartas de aval. Ahora, como Papa, puso al combate a la trata entre una de sus prioridades.
“Francisco pide que la trata de personas sea declarada delito de lesa humanidad, pero los estados no lo quieren. ¿Por qué? Porque si se declara así las víctimas, que tienen secuelas de por vida por la tortura que sufren, podrán exigir que los países paguen los tratamientos. Por eso no quieren la declaratoria, pero ellos han permitido y también son cómplices, por no controlar ni vigilar”, explicó Peressutti en entrevista con el Vatican Insider.
“El Papa quiere que el tema esté en la agenda pública, porque los países no se juntan para coordinar programas anti trata. El cambio climático a nivel internacional es un tema considerado, pero el tráfico de personas es un ‘no tema’, incluso socialmente. La gente dice: a mi esto no me va a pasar, es doloroso, es peligroso, yo no quiero saber nada”, agregó.
Ella no tiene dudas: fueron las víctimas las que “convirtieron” a Bergoglio. Sus relatos, algunos muy crudos y gráficos, le tocaron el alma. Su testimonio lo sensibilizó sobre la importancia de actuar. Lo hizo como arzobispo en Buenos Aires y, una vez elegido como guía de la Iglesia universal, pidió a la Pontificia Academia para las Ciencias ocuparse del tema. Desde entonces ese ente ha multiplicado sus actividades, llegando a dedicarle hasta cuatro encuentros por año.
Sostuvo que, pese a los pronunciamientos de Francisco, todavía el tráfico de personas es una deuda pendiente para los políticos. Escasas instituciones en el mundo están dispuestas a convocar encuentros al respecto y no está en la agenda pública.
“Muchos hablan de trata para explotación sexual, pero se tiene que hablar de prostitución que es la madre de todo el daño y la violencia hacia las mujeres. Los políticos nunca hablan ni de trata ni de explotación, o tocan genéricamente el tema, porque no saben qué hacer con las cadenas prostibularias que tienen en sus países. No saben qué hacer con la cantidad de migrantes esclavizados”, denunció.
Y lamentó: “En Argentina, cuando hablás de trata laboral tenés que decir: ‘nuestras empresas’ y cuando hablás de explotación sexual tenés que decir: ‘nuestros maridos, nuestros padres y nuestros hijos’. Esos son los que consumen, no el vecino”.
Según Peressutti si el combate a la trata estuviese en la agenda política los Estados, los gobernantes no temerían a las organizaciones sociales y se sentarían a dialogar con ellas. Y estableció que excepto Francia y Suecia, que tienen programas de reparación de los derechos de las víctimas a largo plazo, el resto de los países carecen de programas de asistencia.
Ella ha tocado con mano la tragedia de estas víctimas silenciadas. Su organización constantemente realiza charlas y talleres, especialmente en escuelas. Además de la prevención ha desarrollado un programa de “madrinazgo”, a través del cual quienes han padecido de trata pueden reconstruir su vida, en medio de problemas y contradicciones.
La mayoría de ellas han sido introducidas en el mundo de la explotación sexual desde niñas o adolescentes y cuando logran liberarse necesitan algo más que reintegrarse a la sociedad, requieren directamente iniciar una nueva existencia. Muchas han sido vendidas por sus familias y no saben lo que es el amor.
“No hay persona más buena que una víctima, con todo lo enferma que está. A nivel afectos no podría ser más sana: No te va a mentir amor, no te va a engañar, necesita una oportunidad, te va a ser leal, te va a corresponder en todo porque no tuvo oportunidades. Al principio va a desconfiar, incluso te puede decir que la ayudás porque le pedís algo a cambio, porque toda la vida se aprovecharon de ella”, estableció.
Para ayudar a estas personas, la organización que preside se alista a inaugurar una casa de 700 metros cuadrados que funcionará a en forma de albergue. Será una modesta contribución, pero concreta. Un apoyo real mientras las redes internacionales del crimen siguen cuidando su negocio multimillonario a costa de personas inocentes.
La obsesión de Peressutti es que no baje la atención sobre el crimen de la trata, como ella misma lo explicó: “Si hablamos de este tema hay esperanza para muchas víctimas, porque todos los días se muere de trata de personas. Cientos mueren, mientras nosotros hablamos otros sufren, están siendo torturados. Por las noches no puedo dormir y en mi cabeza retumban los gritos de dolor de estos Cristos rotos”.
Del Vatican Insider