En la primera plana del semanario El Observador apareció reproducida la imagen del padre Miguel Agustín Pro, de rodillas y en oración, momentos antes de que fuera fusilado frente a la Comandancia de Policía de México, entonces a cargo del general Roberto Cruz. El sacerdote jesuita fue acusado de haber sido el autor intelectual del atentado en contra del general Álvaro Obregón, perpetrado en el Bosque de Chapultepec. El general obedecía las órdenes directas del presidente Plutarco Elías Calles, quien lo nombró Inspector General de Policía, para poner orden en la ciudad llena entonces de maleantes.
Al abrirse la causa de beatificación del Padre Pro, los Jesuitas se encargaron de promoverla y, cosa de absoluto rigor, de demostrar la inocencia del sacerdote fusilado; más aún, que había sido condenado a muerte por odio a la fe católica. Así lo consiguieron y el Papa San Juan Pablo II beatificó al Padre Miguel Agustín Pro en Misa solemnísima en la Plaza de San Pedro, en Roma. Por cierto que Junípero Serra fue también beatificado en esa ocasión y recientemente canonizado en el Capitolio de Washington por el Papa Francisco.
En la fachada de la Basílica de San Pedro se exponen las imágenes de los cristianos proclamados beatos o santos para su veneración, y los mártires ocupan el lugar de honor. En esa ocasión, encabezaba la fila la imagen del Padre Pro, reproducción de una de las fotografías más conocidas, el momento de su ejecución: de pie, los brazos abiertos en cruz, un rosario en una mano y un crucifijo en la otra, recibía los disparos del pelotón de soldados. La escena ignominiosa del fusilamiento ahora resplandecía llena de gloria en el frontispicio del templo más importante de la cristiandad, la Basílica de San Pedro.
El haber publicado la fotografía del martirio del Padre Pro en el semanario El Observador, tiene por objeto cumplir con el deber de recordar ante Dios a aquellos que nos han precedido de manera tan gloriosa y dramática en el signo de la fe católica, especialmente a aquellos ministros de Dios que arriesgaron su vida, junto con su pueblo, por mantener viva la llama de la fe. El Papa Juan Pablo canonizó a veinticinco mártires mexicanos, la mayoría sacerdotes y varios fieles laicos. La fe del pueblo mexicano es una fe que ha superado la prueba suprema del martirio. El martirio del Padre Pro fue el más conocido en Europa y el más popular en México por haber tenido lugar en la capital de la República, frente a la Lotería nacional, y cuya profusión de fotografías el gobierno difundió como advertencia y escarmiento.
La vida del Padre Pro y su martirio se dieron a conocer también por la edición de numerosas biografías e investigaciones que se realizaron. En el libro La Cristiada, de la editorial Clio y del Fondo de Cultura Económica, el historiador Jean Meyer recoge múltiples imágenes de la persecución de la Iglesia en México. Especial impacto publicitario tuvo la entrevista que el periodista Julio Scherer García hizo al general Roberto Cruz, de 73 años de edad, quien llevó a cabo de manera sumaria la ejecución del sacerdote y de sus compañeros. El indio que mató al Padre Pro se intitula su entrevista, en alusión al origen Yaqui del general y del cual se sintió siempre orgulloso.
La próxima visita del Papa Francisco es una ocasión preciosa de reafirmar y renovar nuestra fe católica y de dar gracias a Dios porque ha engalanado a su Iglesia que peregrina en México con la corona del martirio.
+ Mario De Gasperín Gasperín