Algunos dicen que el Papa Francisco es progresista, de izquierdas. Con eso querrán alabarlo o denigrarlo, pero en todo caso no saben lo que dicen. Y como no saben lo que dicen se sorprenden de que se lleve bien con Benedicto XVI que, en ese mismo lenguaje lleno de equívocos, sería conservador, de derechas. ¡Qué cúmulo de errores y sinsentidos nacen de intentar explicar la Iglesia según categorías políticas! El resultado sólo es una máscara que oculta el verdadero rostro del Pueblo de Dios.
Ahora bien, si lo que quieren decir es que Dios ha elegido para este tiempo un Papa que desea que el mundo cambie, de eso no cabe duda. Francisco insiste en ello una y otra vez: hay que terminar con una cultura del descarte y con un régimen de injusticia que se quiere consolidar a costa de los más pobres y del Planeta. Tenemos que buscar un horizonte de paz, de justicia, de solidaridad, de amor fraternal; sólo que eso no es ideología: es Evangelio.
Es el Papa de la utopía, no en el sentido etimológico de lo que no está en ningún sitio, de lo imposible, sino de la novedad. De una novedad que no puede surgir de la violencia sobre el presente, de la destrucción de lo real, sino de la afirmación de la realidad como punto de partida para la construcción del futuro. Recordémoslo en unas bellas palabras del propio Francisco:
“La creatividad histórica, entonces, desde una perspectiva cristiana, se rige por la parábola del trigo y la cizaña. Es necesario proyectar utopías, y al mismo tiempo es necesario hacerse cargo de lo que hay. No existe el borrón y cuenta nueva. Ser creativos no es tirar por la borda todo lo que constituye la realidad actual, por más limitada, corrupta o desgastada que ésta se presente. No hay futuro sin presente y sin pasado (…) no podemos perder de vista ambos polos: el utópico y el realista, porque ambos son parte integrante de la creatividad histórica. Debemos animarnos a lo nuevo, pero sin tirar a la basura lo que otros han construido con esfuerzo.”