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Los alcances de la visita del Papa a México

Hay quien opina que después de 15 días la visita de Francisco no habrá servido para nada, que todo volverá a ser como si nada hubiese sucedido, que la euforia se desvanecerá rápidamente.

Me parece una opinión legítima, pero también percibo esa visión como una salida fácil para no adentrarse en un análisis real de lo que se agita en las aguas del Pueblo de Dios cuando un evento así sucede.

¿Quién te cae mejor: Juan Pablo II, Benedicto XVI o Francisco?

Me sorprende (por decirlo positivamente) que muchas pláticas informales acerca del viaje apostólico del Papa giran en torno a comparaciones de los últimos tres Obispos de Roma, sin profundidad alguna. Comentarios como «este Papa sí me cae bien», «es muy cercano, pero no le llega a Juan Pablo II», «es que cuando vi a Benedicto él me transmitió tranquilidad».

Quien se queda en este discurso puede estar seguro de que lo que vivió fue euforia que se desvanecerá sin haber echado raíz.

¿Una fe renovada?

Sin duda el gran alcance del viaje apostólico de Francisco a México fue la renovación de la fe de cientos de miles de personas. Quienes nos mantuvimos cerca del acontecimiento, tanto física como espiritualmente atestiguamos esto. Pero se trata de un fenómeno complejo.

Para mirar los alcances de un evento entre los seguidores de Jesucristo es necesario considerar las características de la fe. Menciono tres:

  1. La fe no se puede medir empíricamente. Se testimonia, se contagia, pero no se mide. ¿Quién se sentirá juez de los procesos internos y espirituales de los demás?
  2. La lógica de inversión–retribución resulta vana. Supongamos que lo único que logró el viaje del Papa fue que un joven que había decido suicidarse, reconsiderara el valor de su vida y cambiara de parecer. ¿Se podría decir que valió la pena la inversión del viaje? Si   no, ¿cuántos casos deberían sumarse para hablar de una buena inversión?
  3. El cristiano auténtico trabaja fuera de cámaras. Los medios de comunicación hacen esto sencillo. Está de más decir que nunca veremos en televisión las iniciativas llevadas a cabo como resultado de este acontecimiento.

La fe sin obras no camina a ningún lado. Una renovación de fe significa una renovación de las obras. Ahí está el alcance de la visita que se suscitará entre los cristianos de a pie, los que caminan con fe día a día en medio del pueblo.

La política difícilmente cambiará por una semana con el Papa. Lo mismo las rígidas estructuras eclesiales. Así pasó en tiempos de Jesús. El césar no cambió el mundo, fue un grupo de pescadores que depositaron toda su confianza en el Evangelio.


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