Hasta el siglo XIII muchos defendían que la cumbre máxima a la que podía aspirar la teología eran los Padres de la Iglesia. Ellos lo habían explicado todo y no quedaba nada más que decir.
Hombres como San Buenaventura, San Alberto Magno y Santo Tomás intentaron mostrar que esta idea estaba equivocada. La Iglesia, con la ayuda del Espíritu Santo, avanza siempre hacia adelante comprendiendo más y mejor la Palabra del Señor. Lo decía Benedicto XVI: «Nadie -ni siquiera la misma Iglesia- logrará comprender la grandeza de lo que Dios ha dicho. Por eso la fe evoluciona. Desde sus contextos vitales, cada generación puede descubrir nuevas dimensiones que la Iglesia no ha conocido con anterioridad.” Y en otra ocasión, precisamente en una catequesis sobre San Buenaventura (2010): “Jesucristo es la última palabra de Dios (…) Esto no significa que la Iglesia sea inmóvil, que esté anclada en el pasado y no pueda haber novedad en ella. Opera Christi non deficiunt, sed proficiunt, las obras de Cristo no retroceden, no desaparecen, sino que avanzan (…) con Cristo la historia no acaba, sino que comienza un período nuevo.”
No es, evidentemente, que la doctrina o los dogmas se transformen de día en día, sino que la Iglesia los comprende cada vez mejor y es capaz de mirar a la realidad de cada tiempo desde la cercanía y la novedad de Cristo Resucitado.
Al publicarse la exhortación apostólica Amoris Laetitia algunos teólogos que ya se habían significado por su animadversión al Papa se han apresurado a leer el texto con prejuicios y falta de caridad, pretendiendo certificar que Francisco ha cambiado la concepción cristiana del matrimonio. Es imposible encontrar algo así en las páginas del documento citado (tampoco en el famoso capítulo VIII cuando se habla de las “situaciones irregulares”). Lo que sí vamos a descubrir es mucha luz y grandes avances sobre la actitud de acompañamiento y afecto frente a quienes sufren dentro de la comunidad de la Iglesia.
Lo decía Francisco cuando se cumplió el primer año de su Pontificado, en una entrevista al Corriere della Sera: “el tema no es cambiar la doctrina sino que la pastoral tenga en cuenta las situaciones de cada persona”. Precisamente es el Papa la garantía de que la evolución de la fe sea fiel a la Palabra de Dios y a la Tradición.