El pasado jueves 12 de mayo, mientras mantenía una reunión con casi un millar de religiosas de la Unión Internacional de Superioras Generales, el Papa anunció su deseo de crear una comisión para estudiar la figura de las “diaconisas” permanentes.
Esto no debe ser motivo de escándalo, ni supone la concesión de un derecho, y menos de un “privilegio”. La Iglesia es un solo cuerpo y cada cual sirve a los demás según su particular vocación y las necesidades concretas que perciben los obispos y, como colaboradores suyos, los sacerdotes. No cabe exigir ocuparse de esto o de lo otro: sencillamente nos ponemos a disposición de nuestro pueblo.
Es muy importante poner en valor el papel de la mujer en la Iglesia, que debe apoyarse en una premisa que Francisco indicó de manera clara y sencilla: “la mujer ve las cosas con una originalidad diferente a la de los hombres y esto enriquece: ya sea en las consultas, en las decisiones o en lo concreto.” Tenemos que entender que existe una mirada femenina sobre la realidad, que es distinta y complementaria a la del varón y que si falta perdemos algo muy valioso, incluso podría decirse que nos queda velada una parte del mundo.
En la Iglesia Antigua existían diaconisas, pero los testimonios sobre sus funciones y situación no son claras. No sabemos si formaban o no parte del orden sagrado, pero sí que ayudaban en la administración del bautismo a las mujeres por motivos de decoro (entonces se bautizaban muchos adultos y se hacía por inmersión) y realizaban otras funciones. En todo caso, si se considerase adecuado la institución de diaconisas en la actualidad no tendrían por qué limitarse a hacer lo mismo que hacían en el pasado: nacieron por unas necesidades que hoy pueden ser distintas.
La Comisión Teológica Internacional abordó la cuestión del diaconado en el 2007 y no olvidó referirse a esta materia, constatando la importancia de las diaconisas en los primeros siglos. Después se extinguió esta figura, pero tal vez hoy debiera tener una gran importancia, cuando empezamos a hacernos cargo de la especificidad de la mujer y de la necesidad que tenemos de la mirada femenina en todos los campos de la vida.