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Entre feminismo y clericalismo pasando por una pregunta seria

Quien lee la Biblia, concretamente la carta de Pablo a los romanos (16, 1) se encuentra con que hay una referencia un tanto particular: san Pablo recomienda a Febe a quien define como «diaconisa» de la iglesia en Cencreas. Pero, ¿no es el diaconado uno de los tres grados del único sacramento del orden que sólo los varones pueden recibir en la Iglesia católica?

Fue en el encuentro que Papa Francisco tuvo con cientos de monjas de la Unión Internacional de Superioras Generales, el pasado 12 de mayo de 2016, en el que una de ellas le preguntó:

«En la Iglesia existe el oficio del diaconado permanente, pero está abierto sólo a los hombres, casados o solteros. ¿Qué impide a la Iglesia incluir mujeres entre los diáconos permanentes, al igual que ocurría en la Iglesia primitiva? ¿Por qué no crear una comisión oficial que pueda estudiar el tema?».

Evidentemente la pregunta entroncaba con ese pasaje de las cartas paolinas arriba citado pero que encuentra un cierto soporte en la literatura cristiana de los primeros siglos.

El no claro papel del diaconado femenino en la antigüedad

Ya el mismo Francisco dijo que el Concilio de Calcedonia del año 451 hacía una no clara alusión a ellas. Y en otra parte de su respuesta explica que no hay tampoco claridad en torno a quiénes eran, qué exactamente hacían y si estaban o no «ordenadas», en el sentido sacramental del término.

Epifanio de Salamina (315-403 aprox.) habla de funciones atribuidas a mujeres durante el bautismo administrado a las catecúmenas. Las Constituciones Apostólicas (s. IV), una especie de manual sobre disciplina, doctrina y culto, ofrecen indicaciones específicas relacionadas con las funciones de la mujer.

El Papa aceptó ir adelante con el estudio del tema y afirmó:

«[…] me gustaría establecer una comisión oficial que estudiara el tema y creo que será bueno para la Iglesia aclarar este punto. Estoy de acuerdo, y voy a hablar para hacer algo de este tipo».

Francisco también mencionó antes que pediría a la «Congregación para la Doctrina de la Fe que me informe acerca de los estudios sobre este tema, porque os he respondido sólo en base a lo que había oído».

Un estudio sobre el diaconado de la Comisión Teológica Internacional y la especificidad de una nueva comisión

No faltaron quienes acusaron al Papa de ignorante pues ya la Comisión Teológica Internacional, en el quinquenio 1992-1997, se dedicó a estudiar precisamente el tema del diaconado en la Iglesia. El resultado, «El diaconado: evolución y perspectivas», fue publicado en el año 2003.

El documento (capitulo II, sección 4) afirmaba sustancialmente que las «diaconisas» de los primeros años del cristianismo no son análogas al diaconado de la Iglesia actual.

¿Es necesaria entonces una nueva comisión para estudiar el tema? Sentado el hecho de que 1) Juan Pablo II estableció ex cathedra que la ordenación sacerdotal está reservada exclusivamente a los varones (cf. «Ordinatio Sacerdotalis»); 2) que el diaconado no es propiamente sacerdocio (y por lo tanto éste queda fuera de ese pronunciamiento); 3) se mantiene el juicio del estudio de la Comisión Teológica Internacional en cuanto a la no correspondencia analógica entre el diaconado de las mujeres en los primeros años del cristianismo y el diaconado, permanente o transitorio, de la Iglesia actual.

Entonces, ¿con qué finalidad establecer una nueva comisión? La nueva comisión investigaría y estudiaría las funciones que las mujeres tenían como «diaconisas» en los primeros siglos del cristianismo: qué pasaba entonces que ese «ministerio» era una realidad y una necesidad. Es un hecho que en sus orígenes existía una presencia femenina que ofrecía ciertos servicios que no ofrecían otras mujeres ni tampoco los sacerdotes. La comisión también estudiaría cómo esas funciones podrían traducirse a la praxis de la Iglesia del siglo XXI.

Otro punto no suficientemente claro es si las diaconisas tenían funciones vinculadas a la liturgia, es decir, al culto. Hay quien ha afirmado en los días posteriores a las palabras de Papa Francisco que una mujer diaconisa podría bautizar y/o presidir bodas. Para eso no es necesario ser diácono pues el Código de Derecho Canónico prevé la posibilidad de que lo haga cualquier bautizado, y en el caso del bautismo incluso un no católico.

La importancia de la comisión, por tanto, se proyecta hacia el valor eclesial que un nuevo ministerio, distinto del diaconado sacramental, pueda surgir para convivir junto a otros ministerios actualmente vigentes en la Iglesia como el del «lector» y «acólito». En este caso, además, a diferencia de los otros dos, específicamente para mujeres. Lo expresaba adecuadamente Stefania Falasca en una columna en el diario Avvenire. Tras subrayar que las diaconisas tenían un ministerio bastante específico y que no eran el correspondiente femenino de los diáconos, anota: «Francisco quiere verificar si y cómo actualizar aquella forma de servicio, reteniendo que diaconisas permanentes puedan representar una “posibilidad para hoy”» (cf. «Donne e missione nella Chiesa. La seria domanda»).

Y añade: «se puede siempre preguntar si la Iglesia puede hacer ahora algo similar a lo que sucedía en las primeras comunidades cristianas del s. III-IV, si se puede sin la imposición sacramental de las manos, pero con una bendición, encargarle servicios pastorales. La pregunta al Papa expresada en la conversación con una monja va en esta perspectiva. Y en este sentido no es ciertamente una nueva creación porque nada tendría que ver con el sacramento sacerdotal».

Ecumenismo y la deriva polémica del asunto

El tema de las diaconisas no es sólo una cuestión debatida en la Iglesia católica. Los ortodoxos la tienen también.

«Antes de la revolución de 1917 la iglesia ortodoxa rusa estaba preparando la reintroducción el diaconado femenino», nos refiere el joven historiador milanés Simone Varisco. Y añade: «En la iglesia ortodoxa griega se rehabilitó desde hace algunos años el ministerio de las diaconisas y hasta hace al menos unos 10 años se contaban tres: una en misión en extremo oriente, otra ordenada por el arzobispo Christodolus, cuando era metropolita de Demetrias, y la tercera asentada en Estambul».

Al día de hoy, de suyo, el rito de la ordenación de las diaconisas no se ha suprimido de los libros litúrgicos de las iglesias ortodoxas aunque numéricamente hablando las diaconisas son una minoría apenas visible. ¿La razón? Varisco explica que en la iglesia ortodoxa las esposas de los sacerdotes (recuérdese que en la iglesia ortodoxa algunos hombres casados son ordenados sacerdotes), las así llamadas «papadia» o «presbytera», tienen un papel reconocido en la sociedad, especialmente entre las mujeres.

La respuesta del Papa a las monjas, sin embargo, fue pronto acogida con alegría e interpretada como la enésima apertura del Pontífice incluso por algunos eclesiásticos que desde hace varios años, cuando no décadas, impulsan iniciativas en esta dirección (Cardenal Walter Kasper, Cardenal Karl Lehmann, mons. Robert Zollitsch, arzobispo emérito de Friburgo, o mons. Franz-Josef Bode, obispo de Osnabrück).

La «Netswerk Diakonat der Frau» («Red para el diaconado femenino en Alemania») aplaudió la iniciativa del Papa e incluso algunas superioras generales presentes en la audiencia con el Papa comenzaron a ofrecer declaraciones públicas a raíz del tema.

La presidenta de la Unión Internacional de Superioras Generales, Sor Carmen Sammut, presentada por el diario italiano La Repubblica como «paladín de la petición del diaconado femenino», dijo a ese mismo periódico que creía que había «llegado el momento de liberarse y dar el justo peso a la presencia femenina en la Iglesia».

Por medio de un tuit desde su cuenta personal, el sustituto de la Secretaría de Estado, número tres en la jerarquía de responsabilidad en el Vaticano, mons. Angelo Becciu, reveló la sorpresa del Papa tras sus palabras: «El Papa me llamó sorprendido sobre las… diaconisas. Piensa en una comisión. No adelantemos las conclusiones».

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Resulta un poco triste que una pregunta seria sea banalizada y pase como cuestión feminista en la prensa generalista (y de ahí a sus lectores). Los reportes de prensa proyectaron falsas ilusiones basadas sobre lo que se quiso oír y no sobre lo dicho. El Papa no mencionó que tenía intención de introducir la ordenación diaconal de mujeres y menos aún, como sugirieron algunos medios, la sacerdotal. Las falsas expectativas acarrean grandes frustraciones.

Curiosamente, nadie reflejó una parte no menos interesante e importante del encuentro del Papa con las monjas: la de las dos tentaciones que en este campo se pueden correr. Les dijo Francisco:

«Hay dos tentaciones aquí, de las que debemos tener cuidado. La primera es el feminismo: el papel de la mujer en la Iglesia no es feminismo, ¡es derecho! Es un derecho de bautizada con los carismas y los dones que el Espíritu ha dado. El otro peligro es el clericalismo».

En la mente del Papa el lugar de la mujer no es feminismo ni tampoco convertirla en clérigo: simplemente es valorarla por quién es.

En el estado actual de las cosas se precisa más que de mujeres bautizando, madres cristianas dispuestas a tener a los hijos que pueden recibir el bautismo; más que diaconisas que presidan matrimonios, se necesitan novias (y novios) preparados para casarse.

En definitiva, todo este asunto deja una gran lección: no adelantar las conclusiones.

Jorge Enrique Mújica | «LinkNewsAgency»: News about religion, Church, life and family in media on Twitter