No resulta fácil establecer las diferentes relaciones que existen entre las palabras “religión” y “verdad”. De todos modos, unas breves reflexiones pueden ofrecer algo de luz sobre el tema.
En primer lugar, el hombre tiene un deseo ineliminable de verdad. No nos limitamos nunca al “se dice” o “se piensa”. Queremos, en lo más íntimo del corazón, acercarnos a la verdad.
Esto vale para temas complejos y para asuntos más sencillos. ¿Realmente este programa político mejorará el país? ¿Son verdaderamente estos zapatos tan duraderos y cómodos como parecen?
Queremos dar con la verdadera causa de este dolor de cabeza y alcanzar la certeza de que este amigo es bueno. Como también deseamos y buscamos encontrar verdades por lo que se refiere al tema de la religión.
Porque no es lo mismo seguir una religión falsa que una verdadera. Porque la primera no nos permite alcanzar lo que nos promete erróneamente, mientras que la segunda abre horizontes hacia una meta maravillosa y buena.
Por desgracia, hay quienes dejan de lado el tema de la verdad al tratar sobre religión, como si el ser humano, que no se contenta con opiniones falsas sobre economía o sobre informática, pudiera ser indiferente a la verdad que contenga esta o aquella religión.
Sin embargo, la religión toca elementos centrales de la experiencia humana, entre ellos el anhelo de una salvación completa y de un encuentro con el Dios verdadero. Por lo mismo, ante el tema religioso cada ser humano busca, sinceramente, alcanzar verdades.
Religión y verdad son dos términos que se necesitan mutuamente. A lo largo de los siglos, el deseo de Dios ha llevado a millones de seres humanos a escoger una religión u otra con un criterio fundamental: ¿cuál es aquella que más garantías ofrece de defender la verdad?
Esto vale ayer y vale hoy, especialmente en tantos lugares donde la gente convive con personas de religiones diversas. Porque no puede ser indiferente escoger una religión que nos habla de un Dios amorfo y de una salvación imposible, u otra religión que defiende que Dios es Uno y Trino, y que el Hijo de Dios se hizo Hombre y vino al mundo para redimirnos del pecado.