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«El aborto no remedia nada»

Hermanos y hermanas en Cristo:

Las sociedades modernas han experimentado en los últimos años cambios espectaculares, producidos por el desarrollo de la ciencia y la técnica en todos los aspectos de la vida. Lamentablemente, estos progresos no siempre han ido unidos al correspondiente crecimiento moral de la persona, es decir que sean puestos verdaderamente al servicio del hombre.

Este hecho refleja lo que constituye tal vez el drama más profundo de nuestro tiempo: la pérdida del sentido de la persona humana, el olvido de su dignidad. La vida resulta así amenazada de múltiples maneras.

Esta situación no puede corresponder al designio de Dios, Creador, Fundamento y Fin del hombre, quien lo ha puesto a su servicio, al servicio de su vocación trascendente.

Junto al esfuerzo por velar en bien de la dignidad amenazada de la persona, observamos con alarma y honda preocupación que, a pesar de muchos logros, crecen en nuestra sociedad otras agresiones a la persona y sus derechos fundamentales.

Conscientes de que todavía es tiempo de rectificar los errores y enderezar el peligroso rumbo que ha emprendido la legislación en materia de aborto provocado en caso de violación, que viene a consentir una injustísima muerte de inocentes cuyas motivaciones principales son la comodidad, la ignorancia, la soledad y la desinformación, expresamos lo siguiente:

  • Reconocemos que hay situaciones en que la madre puede experimentar, ante un embarazo que no quería, una perturbación emocional que le dificulte el hacerse cargo cabalmente de quién lleva en sus entrañas. Hay que ser firmes con la verdad, pero comprensivos con las personas y sus circunstancias.
  • Se quiere transmitir la sensación de que se remedia un acto de salvajismo como es toda violación, aunque en realidad el aborto no remedia nada, ya que la violación no puede dejar de haber existido, y el hijo fruto de la violación es completamente inocente. No es una actitud ética el tratar de compensar una injusticia con otra injusticia.
  • La autonomía de la conciencia individual debe respetarse en función de la persona humana, pero precisamente por esta convicción el Estado tiene la exigencia de proteger la vida y la integridad de los individuos. Despreciaría gravemente esta exigencia si se inhibieran en el caso del aborto provocado.
  • Los poderes públicos deben intervenir positivamente en la defensa de la vida y la dignidad del hombre, en todos los períodos de su existencia, con independencia de las circunstancias de cada cual, aunque este principio, patrimonio común de todos los ordenamientos desde el cristianismo, sea hoy puesto en cuestión por algunos. El aborto provocado no es sólo un asunto íntimo de los padres, sino que afecta directamente a la solidaridad natural de la especie humana, y todo ser humano debe sentirse interpelado ante cualquier aborto.
  • Los valores básicos y esenciales, como la vida del ser humano y su dignidad, son previos, independientes y superiores a las determinaciones de las mayorías. Por eso las iniciativas legales no deben guiarse por las opiniones de la mayoría en lo que hace referencia a la naturaleza de las cosas. Las cosas no son verdaderas o falsas, bellas o feas, buenas o malas, porque así lo pueda disponer una mayoría en un momento concreto.
  • El Estado está obligado también a favorecer la vida de las personas y su dignidad, ayudando a resolver los problemas sociales que están en el fondo de la decisión o la tentación de abortar (ayudando a la maternidad, favoreciendo la adopción, creando un marco de costumbres públicas que favorezcan la vida y la vida digna…), y buscando el ideal de que no sea necesario aplicar las penas del delito porque las medidas positivas sean más eficaces.
  • Legalizar los abortos no ayuda a su desaparición, sino a que aumente su número. Esto queda constatado por las estadísticas de todo el mundo, sin excepciones. Lo que sucede es que el efecto multiplicador de la legalización del aborto se debe a que la opinión pública general ve como bueno lo que se despenaliza, y cada vez se trivializa más en las conciencias la decisión de abortar.
  • Quien consiente y deliberadamente practica un aborto, acepta que se lo practiquen o presta una colaboración indispensable a su realización, incurre en una culpa moral y en una pena canónica Ex comunión , es decir, comete un pecado y un delito.
  • La Iglesia es Madre y Maestra; como Madre, es lenta para la ira y fácil para el perdón, pero como Maestra no puede desvirtuar el depósito de la doctrina legado por Dios, y no puede decir que está bien lo que está mal, ni puede dar pie a que nadie suponga que actúa de esta manera.

Nuestra fe nos permite percibir de una manera más amplia la naturaleza del problema del aborto y nos urge a proclamar ante todos la grandeza y dignidad del hombre, cuya vida es un don de Dios, tal y como nos ha mostrado Jesucristo, que es Camino, Verdad y Vida.

 

S. E. Mons. Rodrigo Aguilar Martínez

Obispo de Tehuacán

Presidente Comisión Familia, Juventud, Adolescentes, Laicos y Vida

 

Pbro. Dr. Javier Coellar Ríos

Secretario Ejecutivo de Comisión Familia, Juventud, Adolescentes, Laicos y Vida

 

Ciudad de México, 24 de junio de 2016

Comunicado de la Comisión Episcopal respecto a la legislación que permite el el aborto provocado en caso de violación.