8 de diciembre: celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, patrona de la catedral, de la ciudad y de la diócesis de Tehuacán.
De esto no habla la Biblia, pero sí el magisterio de la Iglesia, en un proceso que duró varios siglos y que llegó a la definición dogmática en 1854.
Celebramos que María fue concebida sin mancha de pecado original desde el primerísimo momento que empezó a existir en el vientre de su madre santa Ana. La Virgen María recibe esta gracia para ser digna morada del Hijo de Dios que en ella se hará Hombre y de ella asumirá la condición humana. De esta manera recibe un beneficio anticipado de la muerte en cruz y resurrección de Su Hijo.
¿Qué significa esto para nosotros? Que no obstante que nos veamos marcados por el pecado original y la inclinación a pecar a lo largo de la vida, recuperemos, con la intercesión de la virgen María, la esperanza de superar la tendencia pecaminosa que nos domina, porque estamos llamados, como dice san Pablo, a ser “santos e irreprochables”, “alabanza continua de la gloria de Dios”.
Celebrando esta fiesta, pidamos a Dios que no nos deje caer en la tentación; que sostenga a quienes vacilan en su fe; que no seamos causa de que otros pequen, por el contrario animemos a que vivan con limpieza de corazón; que busquemos y ejercitemos la alegría de una vida santa como vocación propia de todo bautizado, seamos niños, adolescentes, adultos jóvenes o mayores.