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¿Por qué debo confesarme con un sacerdote?

El mismo día en que Nuestro Señor Jesucristo resucitó dejó establecido muy claramente el sacramento de la confesión, cuando se apareció frente a los apósteles y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo, a quien les perdonen los pecados, les serán perdonados; y a los que no se los perdonen, no les serán perdonados” (Jn 20,19-23), dándole la facultad a los apóstoles, para aplicarlo.

Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios Padre hecho hombre dio su vida en la Cruz para salvar a los hombres del pecado y el poder del demonio. Fundó la Santa Iglesia Católica para continuar con su obra de salvación, siendo la verdadera y única Iglesia que tiene más de 20 siglos, y que esta misma Iglesia viene de los apóstoles, a través de sus legítimos sucesores desde San Pedro, martirizado en el año 67 en Roma por el emperador romano Nerón, hasta el actual Papa, que es el apóstol representante de Cristo en la tierra y sucesor legítimo de San Pedro. Por este motivo claramente los actuales sacerdotes son los actuales apóstoles de Jesús y por ende con las mismas facultades de los apóstoles que en los tiempos de Nuestro Señor Jesucristo en la tierra.

Confesarse con un sacerdote es confesarse con un apóstol y cuando se recibe absolución en ese instante es el mismísimo Señor Jesucristo quien da el perdón de los pecados. Nuestro Señor además prometió a sus apóstoles y a sus sucesores que estaría con ellos hasta el fin del mundo y que las fuerzas del mal no podrían prevalecer contra su Iglesia (Mateo 28, 17-19; 16, 18).

Algunos hermanos protestantes o de otras sectas dicen que no se necesita confesarse con el sacerdote, que sólo hay que pedir perdón a Dios directamente. No te dejes confundir, esto no es cierto. En este evangelio ( Jn 20,19-23) vemos muy claro que Cristo da a sus apóstoles (los primeros sacerdotes) el poder de perdonar los pecados y no dice que cada persona pida perdón a Dios directamente para que se le perdonen.

A veces pensamos que nuestros pecados son demasiado graves y nos avergonzamos de confesarlos, pues se especula que el demonio te quita la vergüenza cuando vas a pecar y que te la devuelve cuando quieres confesarte, para que no estés en amistad con Dios. Los sacerdotes no se impresionarán por los pecados que son confesados, ellos ayudan y entregan consejos oportunos. Además, guardan por obligación absoluto secreto de la Confesión y dan una penitencia adecuada. No se puede engañar a Dios, por lo que si omites algún pecado tu confesión no será válida y estarás cometiendo otro pecado al ocultarlo. Si olvidaste decir alguno, pues de igual forma estás perdonado, ya que tu intención era confesarlo, pero debes decirlo en tu próxima confesión.

¿Cuándo debemos confesarnos?

Cuando perdemos la amistad con Dios por causa de los pecados, pues hemos perdido el estado de gracia y por ende estamos perdiendo el cielo; es aquí donde necesitamos de este maravilloso regalo de misericordia que nos deja el Señor. Un acto de humildad, de arrepentimiento y amor, de los que no le gusta al demonio, del querer estar en gracia con Dios.

Cuando se desobedece a Dios y se le ofende pues estamos pecando y pecamos pues cuando no cumples los diez mandamientos de Dios.

Después de haber recibido tan hermoso sacramento digno de la infinita misericordia de Dios, se dice que hay una fiesta en el cielo y se siente una ligereza de conciencia y mucha felicidad, pues se está en amistad y comunión con Dios.

Para una buena Confesión, antes de acudir, se debe hacer un examen de conciencia y por supuesto debe haber arrepentimiento de ofender a Dios y el propósito de no volver a hacerlo. Se recomienda pedir intercesión de la Santísima Virgen María.

Hoy en día, pareciera que no se le da tanta importancia a este sacramento tan indulgente que nos dejó Nuestro Señor Jesucristo un verdadero regalo, una oportunidad maravillosa, pero si la gente viera sólo por algunos segundos lo que es el infierno, sin duda todo el mundo querría confesarse y aunque muchos lo niegan, el infierno si existe.

En Fátima la Virgen nos pone en guardia sobre ésta realidad. La Santísima Virgen como acto de misericordia muestra el infierno a los videntes y estos quedaron tan aterrorizados que si no es por la Virgen se mueren del susto. Santa Faustina Kowalska (Santa Polaca del siglo XX) en una visión se le permitió ver el infierno. Durante un retiro de ocho días en octubre de 1936, se le mostró el abismo del infierno con sus varios tormentos, y por pedido de Jesús ella dejó una descripción de lo que se le permitió ver: “Hoy día fui llevada por un Ángel al abismo del infierno. Es un sitio de gran tormento. ¡Cuán terriblemente grande y, extenso es!. Las clases de torturas que vi:

Seres con formas de animales horribles, un lugar muy mal oliente, que sólo hay sufrimiento y rechinar de dientes, que existe un fuego que nunca se consume y que quema por dentro el alma donde sólo hay odio, desesperación, gritos y espantosos lamentos, no existe paz y ni un segundo y es un lugar en el cual siempre se está atormentado y sin Dios. El sufrimiento de quienes ahí están es horrorosamente indescriptible.

ORACIÓN

¡Señor mío y Dios mío!, creo firmemente que estás aquí. Te pido la gracia de examinar sinceramente y conocer con verdad mi conciencia descubriendo todos mis pecados y miserias; dame la fortaleza de confesarlos con toda fidelidad y verdad para merecer ahora tu perdón y la gracia de la perseverancia final. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.