Sigue muy arraigada en la población la fiesta de los Reyes Magos, la cual está completamente vinculada a la Navidad.
El Evangelio de san Mateo narra el hecho: unos magos de oriente –por cierto que sólo dice que eran varios, no cuántos ni sus nombres- llegan a Jerusalén buscando al recién nacido, rey de los judíos, para adorarlo y ofrecerle sus dones. Lo encuentran en Belén y le ofrecen como regalo oro, incienso y mirra. En este hecho celebramos la Epifanía, o sea la manifestación del Niño Jesús a los primeros extranjeros, y en ellos representados todos los pueblos de la tierra.
Siguen llegando los reyes magos a ofrecer sus regalos, alegrando con ellos a los niños. El regocijo de los niños hace sonreír a los adultos.
Pero hay niños muy pobres, que no alcanzan regalo. Se necesitan reyes magos más observadores y generosos, que no olviden a ningún niño.
Por otro lado, compartir la rosca de pan entre familiares, amigos y compañeros de trabajo, sea un motivo más de convivencia sana y alegre y, a la vez, oportunidad para la generosidad hacia quienes no alcanzarían rosca en ningún lado. Que se multiplique la donación hacia los marginados, que gocemos como fruto de nuestra generosidad, el contemplar rostros y corazones radiantes y agradecidos.