Con el Rito de la Ceniza hemos iniciado la Cuaresma; pero ésta no se ha de vivir con cara fúnebre, con todo y que su color litúrgico sea el morado, el mismo color de la liturgia de funeral.
Cuando Jesús habla de las obras de penitencia, como nos presenta el Evangelio del Miércoles de Ceniza, al referirse al ayuno subraya “no poner cara triste para que la gente note que se está ayunando”; por el contrario, dice “perfúmate la cabeza y lávate la cara.”
O sea que no se trata de hacer alardes que llamen la atención; sino de gestos en los que sea Dios quien vea nuestro corazón arrepentido y deseoso de volver a Él.
Ciertamente la obligación ritual del ayuno ha quedado sólo para el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo; no obstante eso, lo podemos ir viviendo todos los días de Cuaresma: no sólo en cuanto a privarnos de cantidad o tipo de alimento, sino también privarnos de muchas cosas legítimas y no imprescindibles. Ayunar de determinadas diversiones o gustos. Desde luego ayunar de acciones impacientes, bruscas, agresivas, injustas, vengativas. ¡Todo esto con rostro amable y sonriente!.
¡Benditas obras de Cuaresma, que nos hagan vencernos a nosotros mismos y darnos mejor a Dios y a los demás!