Mes de mayo, mes de las flores. Las mejores, los padres.
Hace poco, se celebró el “Día de la Madre” (7-5-2017), fecha de interés no sólo comercial. Las madres, en general, esperamos, en ese día, un recuerdo especial de nuestros hijos. Unos lo hacen con sus besos y caricias, o con su visita; otros, con un regalo, una llamada telefónica, un correo o una postal. Aunque siempre es ocasión oportuna para decir gracias, el primer domingo de mayo, lo es particularmente. No se equivocó quien dijo que tenemos “una deuda de gratitud” con nuestra madre. Yo creo que impagable.
¿Se la echa de menos cuando falta? Un hijo escribió esta nota en su whassap: “ Llegó el Día de la Madre ./ Y, tú conmigo, ya no estás./ Ese día jamás se olvida…/ ¡Y, en mis pensamientos, vivirás…!” Al leerlo, entendí su corazón, y evoqué estas palabras que transmiten serenidad: “Dios no es Dios de muertos sino de vivos, porque para Él todos están vivos” (Lc. 20, 38).
La Fe nos anima, y, junto a las lágrimas por la madre que se fue, tenemos la esperanza de reencontrarla un día, esencialmente viva. Pienso que podemos felicitarla aunque haya fallecido; quizá, ofrecerle el obsequio de nuestras oraciones o la Santa Misa, y dar gracias a Dios por ese don tan extraordinario y por su vida. Si se la cuida cuando le faltan las fuerzas, y no se la abandona en su ancianidad, al irse, el Padre Eterno nos regala una paz muy grande y un gozo profundo.
Josefa Romo