La palabra «milagro» está en boca de todos. Los católicos deben creer en el milagro de la Resurrección de Jesucristo. En otros, se puede creer o no; pero, haberlos, «haylos» todos los días. La vida misma es un milagro.
Para la beatificación de un santo y su canonización, se requieren milagros por su intercesión, entendidos como sucesos extraordinarios e inexplicables desde el punto de vista científico. Hace nada, se publicó un vídeo en el que una mujer que había sufrido «muerte cerebral», relataba, con su médico, su sanación (www.religionenlibertad.com/video/muerte-cerebral-milagro-de-un-santo-36233.html.)
Milagro fue el del Sol cuando se puso a bailar en Fátima, presenciado por una multitud y visto en 30 km. a la redonda (13 X-1917). Conocido es «el Milagro de Calanda» (Teruel) por intercesión de la Virgen del Pilar en favor de Miguel Juan Pellicer, que recuperó, en 1640, su pierna amputada años antes ( existe constancia documental, incluso ante Notario).
El 13 de mayo, el Papa Francisco canonizó a dos pastorcitos de Fátima por el milagro obrado, por su intercesión, a un niño en estado de coma por accidente cráneo encefálico al caer de cabeza desde 6´5 m de altura. Había perdido «tejido cerebral” y tuvo «dos paros cardíacos”.
¿Y qué se requiere? Orar con Fe y humildad, y saber perdonar; que sea la voluntad de Dios, que ve de lejos y sabe lo que más nos conviene.
Por Josefa Romo