“Alégrate, llena de gracia. El Señor está contigo”. Son palabras que escuchamos en los evangelios y que sin duda alguna nos inspiran un especial sentimiento hacia la Virgen María. María es la mujer de los momentos difíciles, no entendía mucho lo que pasaba. Frente a este saludo, ella se encontraba desconcertada y se preguntaba que quería decir; pero, supo que ese anuncio venía de Dios y supo decir SI. Un SI, que como sabemos bien, no fue nada fácil de vivir. Un SI, que no la llenó de privilegios o diferencias, sino que como le dirá Simeón en su profecía: “A ti una espada te va a atravesar el corazón’’ (Lc 2,35). Y como bien hemos visto, ¡le traspasó hasta lo más profundo de su ser! Por eso María es la mujer de los momentos difíciles. Hay tres momentos importantes que tuvo que atravesar la madre de Dios:
1) El nacimiento de Jesús: No tenía una casa, una habitación y mucho menos un hospital para dar a luz. Estaban solos ella y José. El único lugar era un establo, una cueva de animales. Ella pudo haber recordado las palabras tan hermosas del Ángel: “El Señor está contigo”, pero ¿dónde estaba en aquel momento de dificultad?
2) La huida a Egipto: Tuvieron que exiliarse junto al niño. Sus vidas corrían grande peligro. Tuvieron que marcharse a tierra extranjera, como hoy vemos a muchos que por las necesidades y dificultades tienen que abandonar su patria. María se convirtió en la itinerante, la mujer guerrera que inmigrante, perseguida por la codicia y avaricia del emperador, tuvo que mantenerse firme en ese SI a Dios, pero ¿dónde estaba Dios en aquel momento?
3) La muerte en la cruz: No hay situación más difícil de afrontar para una madre que la pérdida de su hijo. Pero allí vemos a María, al pie de la cruz, soportando sus sufrimientos y meditándolos en su corazón. Son momentos desgarradores. Acompañaba a su hijo en una misión que, al parecer, no se encontraba Dios. ¿Qué hay de cierto de la ausencia de Dios en este momento?
María es la mujer de fe, es la Madre de la Iglesia, ella creyó. Su vida es testimonio de que Dios nunca defrauda, que Dios no abandona a su pueblo, aunque existan situaciones y momentos donde pareciera Él no está. Fue la mujer que estuvo atenta y supo ir y acompañar a su prima unos tres meses (Lc 1,56), fue la mujer del SI, del servicio, de la entrega y en especial, de la aceptación de la voluntad de Dios.
Sabemos todo esto no solo por el Evangelio, sino porque ha estado en nuestra tierra constantemente, a nuestro lado en tantas dificultades: en nuestros hospitales, en nuestras escuelas, en nuestras casas. Una madre que aprendió a escuchar y a vivir en medio de tantas dificultades de aquel “no temas, el Señor está contigo” (Lc 1,30) Una madre que continúa diciéndonos a nosotros en el siglo XXI: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5).
“Alégrate, El Señor está contigo” es un llamado a no perder la memoria, a no perder las raíces, los muchos testimonios que recibimos del pueblo creyente y luchador. Ella es una fe que se ha hecho vida, una vida que se ha hecho Esperanza y, una Esperanza que nos lleva a priorizar la caridad. Que seamos portadores de esta fe, de esta vida, de esta esperanza, y, que María, en sus diversas advocaciones, nos lleve de la mano a Jesús. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de nuestro Señor Jesucristo. Amén
Por Angelo De Simone