La institución familiar ha sido, por siglos, un resguardo blindado frente a la intromisión del Estado, un espacio de autonomía frente a la esfera política. La familia educa por sí misma a sus hijos, enseña tradiciones, inculca valores y promueve la fe atinadamente al margen de las políticas de los gobernantes en turno.
El gobernante que quiere imponer su modo de pensar a todo un pueblo, sabe bien que ha de comenzar por desunir a la familia porque, como núcleo de la sociedad, que es, constituye una dimensión que no puede ser absorbida por la política, que gusta de invadirlo todo para controlarlo todo. La familia, por ende, es un núcleo social que a los políticos se les escapa.
El ejemplo más claro de imposición ideológica es el marxismo-comunismo, en el que el Partido piensa por todos y actúa por todos, pero siempre al margen de todos, y como la izquierda se ha quedado sin argumentos serios, a partir de la caída del comunismo soviético, para hacer una revolución, ahora se ha propuesto reinventarse política y discursivamente a fin de reclutar militantes que vuelvan a engrosar sus filas para mantener vivo un conflicto social, que es lo que a la izquierda la alimenta y le justifica su razón de ser.
¿Quién está detrás de la ideología de género? Evidentemente la nueva izquierda, a la que se le ha llamado “progresismo” y que consiste en trasladar la vieja lucha de clases hacia un nuevo tipo de conflicto social en pugna, en este caso la promoción del aborto y de la homosexualidad a fin de mantener vigente la tensión dialéctica más allá de la causa real que la genera. De esta manera, la izquierda cuenta con nuevos interlocutores, nada menos que homosexuales y lesbianas, que le permiten enarbolar una nueva bandera igualitaria que ha venido a reemplazar a la de la Lucha de clases por la de novedosas cuestiones culturales que se nutren del concepto de “liberación” que ha ido readaptándose y que como exhortación liberacionista tiene una connotación unida a la de “rebelión”, pues nadie se libera si no se rebela.
Así, lo que antes consistió en liberarse del imperialismo y de los capitalistas, ahora se convierte en una propuesta para que todo homosexual se libere de la “superestructura patriarcal” que tanto lo ha denostado, y que no es otra sino la familia tradicional y su promotora y defensora que es la Iglesia Católica. La izquierda ataca a la Iglesia y a la familia porque siempre los ha combatido y porque ahora ha encontrado un ejército gratuito dispuesto al enfrentamiento abierto: los grupos homosexuales, que aunque reducidos en número no dejan de aportar cifras que suman.
Un preclaro ejemplo de la postura de la Iglesia se encuentra en el Discurso del papa Benedicto XVI a la Curia Romana el 21 de diciembre de 2012: “Si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de la familia un malentendido de la esencia de la libertad humana, ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo que significa realmente ser hombres. Cita una afirmación que se ha hecho famosa de Simone de Beauvoir: «Mujer no se nace, se hace». En estas palabras se expresa la base de lo que hoy se presenta bajo el lema «Gender» como una nueva filosofía de la sexualidad. Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía. La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear… …Allí donde la libertad de hacer se convierte en libertad de hacerse por uno mismo, se llega necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también el hombre como criatura de Dios, como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la esencia de su ser. En la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Y se hace evidente que, cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre. Quien defiende a Dios, defiende al hombre”.
Estas son las razones de por qué las autoridades de la ciudad de México, que ahora la han nombrado CDMX, también han dado en llamarle “ciudad progresista”.
Por Roberto O’Farrill / verycreer.com