¿Vivimos en un mundo poscristiano? ¿Tenemos los creyentes que acostumbrarnos a habitar un territorio en el que el cristianismo ha quedado desdibujado, donde predominan escalas de valores que no concuerdan con el sentir de nuestra conciencia?
El Arzobispo de Filadelfia, Monseñor Charles Chaput, acaba de publicar un libro titulado “Extranjeros en tierra extraña. Vivir como católicos en un mundo poscristiano”. En él reflexiona sobre la pertenencia a la Iglesia católica en nuestro tiempo, cuando determinados criterios vitales se han transformado de manera radical. De hecho, comenzó a escribirlo cuando el Tribunal Supremo de Estados Unidos acordó que los diversos estados tenían la obligación de reconocer como matrimonios a las uniones del mismo sexo.
No es la única voz que apunta en esa dirección. Hace apenas unos meses saltó a las librerías el polémico The Benedict Option: A Strategy for Christians in a Post-Christian Nation, del influyente escritor Rod Dreher, famoso por sus posiciones conservadoras que, a veces con demasiado frecuencia y cierta parcialidad, identifica con el sentir católico general. Este volumen, como el anterior, siguen la saga marcada por el gran clásico de nuestro tiempo “Tras la Virtud”, del filósofo Alasdair MacIntyre, que muestra cómo el pensamiento contemporáneo insiste en destruir las bases que harían posible una verdadera búsqueda de la virtud en una vida comunitaria comprometida con el cristianismo.
Lo cierto es que esta manera de pensar, aun con su verdad evidente, puede llevarnos a una impresión equívoca, y es la de que este mundo es ajeno o incluso contrario a Cristo, como si en el devenir histórico el Señor se hubiese desentendido de nosotros o nos hiciera habitar una “tierra extraña” en la que su Presencia no está asegurada.
Pero no es cierto, al menos no completamente. Como señala Francisco, “Dios es padre, nos mira con amor y no nos abandona jamás”. No son sólo palabras bonitas. Dios no nos abandona jamás. Somos nosotros los que le dejamos de lado y seguimos otras sendas, nos guiamos por las promesas del mundo y creamos lugares inhabitables.
No es tiempo de quejarse de lo que nos rodea, sino de transformarlo con el compromiso de cada uno, seguros como estamos de que Cristo ya ha vencido y nos guía en todo momento, por muy sombrías que nos parezcan las cañadas que hoy nos toca recorrer.
Por Marcelo López Cambronero