Botticceli, Leonardo, Raffaello, Miguel Ángel, Caravaggio, Rubens, Rembrandt, Van Eyck, Zurbarán, Murillo: artistas que con sus manos privilegiadas plasmaron con pintura sobre lienzos la belleza del arte, hombres que le confirieron su nombre a las más bellas pinturas de todos los tiempos. Pero, ¿y las mujeres…?
Las mujeres no podían pintar por carecer de acceso a las academias, excepto algunas que, por talento excepcional, lograron expresarse líricamente. Es el caso de Artemisia Lomi Gentileschi, ubicada en el barroco durante la primera mitad del siglo XVII, pues nació en Roma el 8 de julio de 1593 y murió en Nápoles hacia 1654.
Fue hija de Orazio Gentileschi, pintor toscano que nació en 1563 y murió en 1639, de quien recibió la influencia caravaggista y un límpido rigor del dibujo al que imprimió una acentuación dramática tomada de las obras de Michelangello Da Merisi, el Caravaggio, cargadas de efectos dramáticos.
Artemisia tenía 17 años cuando presentó su primera gran obra, tal vez con ayuda de su padre, “Susana y los viejos”, cuadro en el que ya se aprecia el realismo caravaggiesco.Ante la imposibilidad de una formación profesional en la pintura, por el acceso exclusivamente masculino a las academias de Bellas Artes, en 1611, cuando ella tenía 18 años, su padre le contrató a un maestro particular, Agostino Tassi, con quien él estaba trabajando en la decoración de las bóvedas de Casino delle Rose en el Palacio Pallavicini Rospigliosi en Roma. Este maestro la agredió sexualmente en un severo intento de violación, agresión que tanto ella como su padre denunciaron a las autoridades.
Concluido el juicio, en 1614 Orazio Gentileschi vio conveniente sacar a su hija de Roma, pues con la denuncia, que hizo pública su violación, Artemisia quedó expuesta al escándalo. Así, se trasladaron a Florencia donde su padre convino la boda de su hija con el maestro Stiattino, pintor florentino. En la ciudad de los Medici su fama se extendió por sí misma, recibió encargos de personajes de renombre, como un sobrino de Miguel Ángel Buonarroti, entabló amistad con Galileo Galilei y en 1616 se vio privilegiada con ser la primera mujer en ingresar a la Academia de las Artes y el Diseño, de Florencia.
En 1621, debido a dificultades económicas, Artemisia tuvo que regresar a Roma, sin su esposo y con la hija de ambos, donde se integró a la Academia boloñesa de los Deseosos de Aprender.
En 1627 cambió su residencia a Venecia, en busca de encargos más lucrativos, donde la influencia de los maestros venecianos quedó plasmada en obras como la Venus durmiente, en tanto que Orazio, su padre, fue invitado por el duque de Buckingham a trabajar para la casa real de Inglaterra, desde 1628, donde se convirtió en el artista favorito de la reina Enriqueta María.
En 1630 Artemisia volvió a cambiar de ciudad, ahora a Nápoles, donde contribuyó mediante sus obras a la difusión del caravaggismo, y donde por primera vez recibió encargos para espacios eclesiásticos abiertos al culto público como la catedral de Pozzuoli para la que pintó tres grandes lienzos del martirio de san Jenaro, patrono de Nápoles, o el Nacimiento de san Juan Bautista a pedido del virrey napolitano. En esta ciudad permaneció, exceptuando algunos viajes breves, hasta el día de su muerte provocada por una fatal epidemia de peste que le arrancó la vida a los 61 años.
La belleza de la pintura de Artemisia Gentleschi, resaltada por la luz heredada del tenebrismo del Caravaggio, se ve marcada por la tragedia que parece también heredar de él, pues si Caravaggio se obsesionó con pintar su propia decapitación debido a la sentencia que pesó sobre él tras cometer un homicidio, en el caso de Artemisia ella se obsesionó con el repudio a su agresor sexual, a quien representó en escenas bíblicas de heroínas como Judit, Esther y Yael, que ejecutan a enemigos de Israel, o el dolor que expresa en su autorretrato, de 1615, en el que se presenta ella misma con la palma del martirio, aunque probablemente la más dramática sea su primera pintura, Susana y los viejos -una escena bíblica del libro de Daniel- en la que dos viejos lujuriosos acosan a una joven mientras se baña desnuda, pintura en la que ella misma es Susana y uno de los viejos tiene rostro joven porque se trata de Agostino Tassi, su agresor sexual.
Sin tanto dolor expresado por medio de la pintura, en la ciudad de México, en el museo Soumaya, es posible admirar un cuadro de Artemisia, de extraordinaria dulzura, en la que supo expresar, en 1627, la melancolía de santa María Magdalena.