Hermosas reflexiones de Karina Etchepare y Paz Rodríguez Coronel, ambas argentinas y concebidas en una violación.
María de la Paz Rodríguez Coronel Dudignac
Recién echaron a una conductora argentina de un importante programa de televisión del Canal 9, sólo por el hecho de defender sus convicciones pro vida. Aquí estamos siendo perseguidos todos. En mi trabajo, también; a nivel personal me he visto muy acosada, a punto de renunciar, pero sigo allí, aguantando todos los insultos, amenazas, acusaciones falsas… Todo por defender las dos vidas. También por el hecho de ser católica, apostólica y romana. Es, pues, una lucha que trasciende al plano emocional y espiritual más que legal.
Se trata de resistir con la oración, con la verdad. Una mentira jamás puede ser sostenida y el engaño del aborto, de este horrendo crimen, tampoco puede sostenerse ante la maravilla de la vida y de la verdad. Pueden aprobar este proyecto, pero no nos detendrán, no acallarán nuestras voces: ¡No van a conseguirlo! Porque la mentira caerá por su propio peso. El mal nunca prospera porque el bien siempre acaba ganando. Pero, mientras tanto, nos toca aguantar, sufrir… poner la otra mejilla, una y otra vez.
Nosotros, los sobrevivientes al aborto desnudamos nuestras almas ante la Cámara de Diputados, exponiendo nuestras experiencias, nuestras vidas. Todo por esta causa, por defender las dos vidas. Continuaremos la lucha porque no vamos a detenernos. Podrán impedir que avancemos, harán que tropecemos, pero no lograrán su objetivo: nuestra voz y nuestras vidas tienen una dignidad infinita que nadie puede pisotear en nombre del aborto, en nombre de la cultura de la muerte que promueve la destrucción del ser humano y de la sociedad misma.
Seguiremos trabajando duro, ayudando a todas las madres embarazadas, también aquellas angustiadas que lo han sido de modo inesperado, porque nadie merece la muerte: todos tenemos derecho a nuestras vidas, desde el primer instante de nuestra concepción; habiendo sido gestados en amor o en un acto de violencia. La vida es el bien primero y más sagrado de la persona. Nadie debe renunciar a su goce y disfrute.
Ayudaremos también a todas aquellas mujeres que hoy hacen ostentación del pañuelo verde; todas aquellas que, conscientes o no, defienden el aborto, también el de sus hijos. Estaremos a su lado, acompañándolas cuando tengan problemas, para hacerles ver la enorme dignidad y valor que tiene cada vida humana, también las que ellas no respetan y denigran.
Somos gente de bien, somos pro vida.
Karina Estrella Etchepare
Quiero agradecer todas las palabras de apoyo que recibo. ¡Las necesito tanto! No es fácil darse cuenta de lo duro que es todo esto que afrontamos. Cada vez que tomamos una iniciativa, algo que hacemos con enorme esfuerzo, desinteresadamente por los niños y ver que los partidarios del aborto inundan las redes y las calles con sus consignas de muerte y odio. Duele pensar que los niños por nacer tienen un precio en dólares, son una simple mercancía… Pero les voy a ser franca. Aunque esté triste, aunque me rompa, así ha sido mi vida, toda mi existencia. Pasar cada obstáculo por más duro que sea, sufrir en el momento, llorar, caerme de rodillas, levantarme y seguir… Hasta que lo pasaba.
Por eso somos sobrevivientes y no me voy a rendir. Y no voy a hacerlo porque no puedo negar mi existencia, no puedo mirar a otro costado. Cuando mi propia vida fue en base a todo esto, no se puede: es como negar que uno existe, es imposible. No me voy a rendir, voy a seguir luchando, pero el golpe en el Congreso y ahora en el Senado es duro. Desgarra y duele esta tristeza porque quisiera ver un vestigio de luz al final del camino. Y ver tanto horror, tanto odio y egoísmo… me mata. Ver tanta falta de amor y desprecio por la vida, me machaca. Ver mujeres que disfrazan el derecho a elegir, decidiendo quién debe vivir y quién no, me destroza el alma.
No es fácil lidiar con todo esto, pero no puedo negar lo que soy y debo seguir, por mí, por mi marido, por mis hijos, por Argentina, por todos los bebés que ven amenazados su derecho más importante: la vida.
María de la Paz Rodríguez Coronel Dudignac
Escuchar a Karina en el Congreso de Diputados me infundió mucho valor y energía para ofrecer también mi testimonio como sobreviviente del aborto, siendo un bebé no deseado y gestado en violación. Muchos años me he sentido culpable por esta situación, por haber nacido.
Estamos peleando contra un gigante que toma forma de corrupción, dinero… Pero a la larga todo se cae, la maldad no va a permanecer para siempre. Esto sólo ha comenzado. Tal vez Dios nos tiene preparado algo mucho más grande, más allá de la ley. Dios es inmensamente misericordioso y no hay nada, absolutamente nada, imposible para Él. Y a mí, particularmente, me ha llamado a trabajar como terapeuta y estar cerca de aquellas mujeres que sufren por un embarazo no deseado, o para hacer costado a aquellas que han abortado ante una situación difícil. Esta es la misión que Dios quiere para mí y allí debo servirle, respetando y amando la vida; también la de aquellos que la desprecian amargamente.
Ésta es una ley humana y, se apruebe o no, la última palabra la tiene Dios. Nada es ajeno a su voluntad y a su providencia, a pesar de los miles de niños y niñas a los que el aborto va a silenciar. Ellos estarán en un lugar muy privilegiado del regazo y la misericordia divina.
Esta ley podrá prosperar, pero jamás saldrá vencedora porque Dios tiene la última palabra. Él es el autor de la Ley y nada sucede sin su providencia amorosa.
A nosotros nos toca combatir, plantar pelea y dar la cara, hasta las últimas consecuencias. Que no pueda decirse que no lo hemos dado todo por la vida y por esos bebitos indefensos. Hacemos todo lo humanamente posible, exponiendo nuestras familias, nuestras vidas. Lo brindamos al mundo en defensa de los más inocentes, convencidos de que Dios da sus peores batallas a sus más valerosos soldados. Así hemos de sentirnos.
Gracias a toda esta lucha he conocido a muchísima gente que valora, ama y respeta la vida. También me he alejado de gente que tenía al lado y que siempre ha pensado en… Matar. Agradezco que nos hayamos agrupado para saber quiénes aman a Dios y también quiénes aman y respetan a los niños que están por nacer.
Vamos a seguir andando por este camino de la verdad y de la vida. No bajaremos los brazos. El 8 de agosto, cuando vote el Senado, puede cerrarse una etapa dolorosa pero no es, ni de lejos, el final del camino. Es un episodio más de una lucha que, sin duda, tiene un final feliz. Convencidos, además, de que ahí siempre está Dios para levantarnos y alentarnos cuando tropezamos a lo largo del camino. Ahí está Él, en todo momento, sufriendo por nosotros y con nosotros.
Nada más podemos, sino confiarnos en las manos de Dios que, siendo también hombre sufrió en la Cruz por todos nuestros dolores, también los que ahora padecemos en Argentina. Abandonados en sus manos y en los de María Santísima encontraremos paz y consuelo ante toda tribulación.
Karina y Paz