Pensemos en la misión de la Sma Virgen para nuestro tiempo, su importancia para la renovación interior de la Iglesia y de todos nosotros. Porque Ella es el modelo perfecto de la Iglesia postconciliar y, además, la imagen ideal de cada cristiano.
Queremos ver, como María nos descubre a Dios como Padre, y a Cristo como la gran prueba de su amor a los hombres
En muchos cristianos existe una falsa idea de Dios. Lo ven lejano y justiciero. El único sentimiento que les anima ante Dios es el temor. Es la idea del Dios policía, del Dios gendarme, que vigila para castigarnos apenas pequemos.
Pero la verdad es otra: Dios es Padre, y nos ama infinitamente y se preocupa continuamente de nosotros. No quiere que vivamos en temor, sino en la confianza de hijos.
Dios nos creó para hacernos hijos suyos, para poder amarnos con el mismo amor infinito con que amaba a su Hijo divino, para atarnos a su corazón de Padre por toda la eternidad. Y para que este amor fuera conocido y aceptado por los hombres, Dios nos regaló la Encarnación de Jesucristo.
Jesucristo es el Hijo de Dios, que se hizo hombre para poder revelarnos y realizar el plan de amor del Padre. En primer lugar, Jesucristo vino a anunciarnos que Dios es padre, porque desea hacernos verdaderamente sus hijos.
Esa es su gran Buena Noticia: Dios es realmente nuestro Padre. Su rostro de Padre podemos verlo con nuestros ojos de carne, reflejado en el rostro de Cristo. “Quien me ve a mí, ve al Padre” (Jn 14,9), dice Él a sus apóstoles.
Además, Cristo vino a mostrarnos que el amor de ese Padre por nosotros es mucho mayor que todo amor humano. Por eso da a la muerte a su Hijo único. En Cristo es Dios mismo quien, llevado de su amor infinito, muere por nosotros.
El Hombre-Dios es la señal de que Dios quiso atar su propio destino, para siempre, a la historia de los hombres. Jesucristo subió al cielo para conducirnos hacia allá, de manera que permanezcamos eternamente en el corazón de nuestro Padre. Y para facilitarnos el camino, Él se queda también con nosotros, en su Iglesia, en la Eucaristía, y se deja hasta comer por nosotros. Verdaderamente, el amor de Dios supera infinitamente nuestro amor humano.
La Sma Virgen, en el momento de la Anunciación, es la primera que conoce el increíble plan de amor de Dios. Y también es Ella quien más intensamente lo vive. María es más hija del Padre que nadie, porque vive más unida a Jesucristo que nadie. Desde que el ángel le habla, Ella queda como deslumbrada por el extraordinario mensaje de amor que significa este Hijo suyo. Ella lo forma en sus entrañas y le sirve después con todo el amor de su corazón.
El sentido de la vida de María consiste en descubrir siempre más y más el infinito amor del Padre a través de Jesucristo. Por eso guarda en su corazón cada palabra que Él dice, como nos aseguran los Evangelios. Por eso lo sigue siempre que puede. Porque en el rostro de Jesús resplandece el rostro del Padre y Ella no quiere perder ningún rayo de esta luz.
En Jesucristo, Ella se siente totalmente cobijada en el amor del Padre: Por eso María es fuerte, nada le abate y puede estar de pie junto a la cruz. Todo, también la cruz, forma parte para Ella de su historia de amor con el Padre.
Debemos pedirle a la Sma Virgen que Ella nos ayude a descubrir en Jesucristo esta inmensa Buena Noticia que Él trajo: que el Dios de nuestra vida es nuestro Padre, que Él es mi Padre, y que me ha demostrado su amor infinito.
Abramos, por esto, nuestro corazón para este mensaje liberador de María. Imitemos, su actitud de anhelo y de espera en la venida de Dios. Entonces será un tiempo de profunda gracia y fecundidad para todos nosotros.
Padre Nicolás Schwizer