Los buenos pastores en la Iglesia apacientan sus ovejas con la Palabra de Dios, no con meras golosinas. Esa Palabra no cambia. No pueden, por tanto, los pastores modificarla para ajustarla a las modas y a la mundanidad.
Aunque 20 notarios certifiquen que un adulterio, es más, una orgía se lleva a cabo con gran civilidad e incluso elegancia, y para “felicidad” de todos los participantes, no se puede cambiar el mandamiento de “No fornicarás”. El acto conyugal sólo se permite entre esposos cuyo matrimonio dura hasta que la muerte los separe.
Aunque un curioso y bien intencionado no católico quiera comulgar para tener un acercamiento a nuestra fe, hacerlo exige al recipiente plena comunión en la fe, no una mera aproximación.
Aunque mil organizaciones “progres” luchen por un mundo mejor, el fin no justifica los medios. Por ejemplo, aun cuando “mejorase” la condición de la mujer con los abortos, sigue vigente el “No matarás”.
Aun cuando sea muy cómodo y ahorrativo el no tener hijos, sigue vigente el “creced y multiplicaos”. No a los anticonceptivos.
Aunque sea muy doloroso atender y ver el sufrimiento de enfermos terminales, no puede permitirse la eutanasia. Sigue vigente el “No matarás”.
Aunque sea muy sabroso y conlleve “nuevas experiencias” el consumir drogas, sigue vigente el “No matarás”, que incluye el no atentar contra la propia salud.
Aunque el lubricante que permitiese al mundo agilizar su economía fuese de hecho la usura, sigue vigente el “No robarás”.
Aunque se fortaleciesen los lazos familiares con los paseos campiranos durante todo el domingo, sigue vigente el “Santificarás las fiestas”, el ir a Misa.
Aunque toda la comunidad científica declare y todos los gobiernos promulguen que una persona que se cree jirafa es jirafa, sigue vigente el que hombre y mujer nos creó, no otra cosa.
La tarea de los buenos pastores no es darle gusto al mundo, sino convertir al mundo, aun con predicación dura, como muchas veces lo fue la de Cristo. La tarea del buen pastor es compartir la Fe, y exponerla de lleno según la Iglesia la ha recibido y la ha meditado. La doctrina cristiana es la misma siempre, como Jesús lo es desde la eternidad.
Si por prurito de novedad el pastor prefiere predicar lo inédito, que considere que incluso lo más insólito resulta rancio frente al siempre nuevo anuncio de la salvación en Cristo.
Por Arturo Zárate Ruiz