Home > Análisis > Flannery O’Connor, o los pobres también pecan

Flannery O’Connor, o los pobres también pecan

Me recomendaron las Historias completas de Flannery O’Connor como un ejemplo de alta literatura con una visión católica.  Marion Montgomery la llama la “Hillbilly tomista”.

Al principio me fue difícil apreciar esa visión católica, sobre todo porque el estilo de O’Connor es pesado.  Sus descripciones del escenario, y sus descripciones psicológicas y de los personajes, son muy densas.  Para quienes nos gusta la acción, nos parece que no pasa nada.

Además, hay en sus historias un aparente tono peyorativo hacia grupos sociales específicos (los blancos de los Apalaches, conocidos como Hillbillies), tono que a primera vista resulta poco cristiano.

Que el blanco de su, al parecer, burla sean uno racistas extremos pudiera remitirnos a cierto “catolicismo social y de avanzada” que denuncia las injusticias.  Pero la burla suena agria y pega, según parece, más en el pecador que en el pecado.  Es poco cristiano despreciar al prójimo, es más, a todo un grupo social, por más pecador que fuese éste.  A esto agréguese que este grupo se integra por gente de campo que sufre pobreza extrema.

Dicho esto, las narrativas de O’Connor son más bien reflexiones sobre la condición humana y sobre la mancha del pecado que todos cargamos, aun los más pobres, es más, los niños.

Porque relato tras relato, se nos presentan personajes complejos, sin duda con algunas virtudes, pero todos con la marca de algún pecado: el egoísmo, la cobardía, la envidia, el odio, el goce destructor, la avaricia, la vanidad, el poner en duda la fe, la presunción, y muchos otros que, de estar abandonado el hombre a sus propias fuerzas, lo llevarían y llevan, en estas historias en que aparentemente no se presenta Dios, a la desesperanza y al sin sentido.

Entre los pecados que en una y otra historia se repiten está el del racismo, el cual se agrava por la extremada ceguera (culpable) de quienes lo practican.

El que estos cuadros de pecado nos los presente O’Connor con ejemplos de gente paupérrima e incluso niños, hace de los mismos cuadros más “desesperantes”.  Si ellos se encuentran en situación de pecado, cuánto más nosotros que gozamos de una vida holgada y afortunada.

No puedo sino recordar el pasaje sobre el camello y la aguja de Jesucristo.  Leemos en Marcos:

“Entonces Jesús paseó su mirada sobre sus discípulos y les dijo: «¡Qué difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas!»

“Los discípulos se sorprendieron al oír estas palabras, pero Jesús insistió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de Dios.»”

“Ellos se asombraron todavía más y comentaban: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?»”

¿Hay, pues, total desesperanza?  Jesús mismo nos responde:

“Jesús los miró fijamente y les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible.»”

Por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo seremos salvos.  Esta gracia se refleja en las reflexiones de O’Connor, por la fuerte conciencia que tiene ella de nuestro pecado y nuestra necesidad de salvación.  Que O’Connor nos haga ver el abismo de nuestros pecados, contribuye a que seamos conscientes no sólo de su enormidad, también nos permite entender la necesidad, grandeza y hermosura del mensaje cristiano de nuestra salvación.

Quien quiera leer las historias completas de O’Connor puede consultarlas, en español, en el siguiente sitio:

http://www.ignaciodarnaude.com/textos_diversos/Oconnor,Flannery,Cuentos%20completos.pdf

Por Arturo Zárate Ruiz

Arturo Zárate Ruiz (México)
Arturo Zárate Ruiz es periodista desde 1974. Recibió el Premio Nacional de Periodismo en 1984. Es doctor en Artes de la Comunicación por la Universidad de Wisconsin, 1992. Desde 1993 es investigador en El Colegio de la Frontera Norte y estudia la cultura fronteriza y las controversias binacionales. Son muy diversas sus publicaciones.