Mi admiración para Manos Unidas. Con el lema “Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas”, se ha celebrado, este año, la campaña de Manos Unidas. Esta vez, la Organización ha puesto su acento en la mujer, cuya dignidad y derechos no están todavía reconocidos en países de lo que llamamos el tercer mundo, en donde ni siquiera cuenta su voz. Se trata de una organización de la Iglesia, que fundaron las Mujeres españolas de Acción Católica en 1960 para luchar contra el hambre en el mundo. Sus proyectos se basan, sobre todo, en el desarrollo agrícola, la promoción educativa, la atención sanitaria y la promoción de la mujer. Por su labor caritativa, el Papa San Pablo VI la incorporó al Consejo Pontificio “Cor Unum”. Con total transparencia (su auditoría es anual), Manos Unidas está gestionada por laicos católicos, que actúan en calidad de voluntarios y apoyan y sufragan cientos de proyectos para el desarrollo en África, Asia, América y Oceanía. Los fondos proceden de las colectas que se realizan, con este propósito, en los colegios católicos y en las parroquias de España el segundo domingo de febrero; además, cuenta con cuotas de sus socios y con donativos. Hay parroquias- unas, solas; otras, en unión- que se implican en proyectos concretos que Manos Unidas aprueba y se encarga de supervisar y de llevar a efecto. Por su labor humanitaria y social, que ha mejorado la vida de millones de personas en todo el mundo, Manos Unidas está en posesión, entre otros galardones, del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia (1910). Como Cáritas y Vida Humana Internacional, es una de las grandes Obras sociales de la Iglesia Católica, expresión viva de su Misericordia.
Por Josefa Romo