Reflexión homilética 11.08.19
La liturgia en este domingo nos invita a reflexionar en la fe profunda que nos llevará al encuentro feliz con Dios.
A través de las distintas lecturas se nos pide fortalecer la fe, confiando en que el Señor vendrá a llevarnos con Él en el Amor de su Espíritu Santo.
- Libro de la Sabiduría
Nos habla de cómo el pueblo de Israel esperó la liberación la noche de la salida de Egipto.
Cómo se animaban unos a otros confiando que había llegado el momento en que Dios devolvería la libertad a los que habían sido oprimidos durante tantos años:
“Así Dios honraba a los inocentes y al mismo tiempo castigaba a los enemigos”.
Todo esto sucedió porque de antemano Dios anunció “a nuestros padres la liberación para que tuvieran ánimo”.
El párrafo de hoy contrapone la piedad y unidad del pueblo judío con el odio y opresión de los egipcios.
- Salmo responsorial 32
Nos presenta un pueblo escogido por Dios como heredad suya.
Esta era la gloria y el orgullo de Israel que, al sentirse privilegiado por Dios, se animaba diciendo:
“Aclamad justos al Señor que merece la alabanza de los buenos”.
Y al reconocerse como una nación muy especial, añadía:
“Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que Él se escogió como heredad”.
Por todo ello Israel hace un acto de fe en Dios:
“Nosotros aguardamos al Señor. Él es nuestro auxilio y escudo”. En Él esperamos.
- Carta a los Hebreos
Comienza dándonos la definición, muy profunda por cierto, de lo que es la fe.
La presenta como la “seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve”.
Y nos va mostrando una serie de santos del Antiguo Testamento llenos de fe y lo hace con esta interesante introducción:
“Por la fe… son recordados los antiguos”.
En el párrafo de hoy, en concreto, nos habla de Abraham quien, por confiar tanto en el Señor, será llamado “nuestro padre en la fe”.
Esta lección es muy importante para nosotros porque, en medio de todas las dificultades que podamos encontrar, hemos de mantener la esperanza apoyados en la fe.
Quizá ahora no es tan fácil ser “testigos”, pero Dios nos ayudará con su gracia.
- Verso aleluyático
Es una invitación a vigilar y mantenernos preparados porque, como ha dicho el mismo Jesús, “a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”.
Solo una fe robusta nos permitirá confiar que podremos salir victoriosos cuando Dios llegue y llame.
- Evangelio
El Evangelio de Lucas tiene muchas enseñanzas, pero todas vienen a coincidir en lo mismo: vigilar y confiar que el Señor cumplirá su promesa de venir por nosotros.
Muchas veces, sin duda, nos encontramos con la tentación a la desconfianza y aun a la desesperación porque vemos cómo en estos tiempos se rechaza a Dios y cómo, al menos aparentemente, son muchas las ovejas que se salen del rebaño del Buen Pastor.
Con cierta frecuencia se nos dan estadísticas de católicos que dejan la Iglesia…
Frente a eso Jesucristo nos alienta y nos invita a mantener la esperanza, enseñándonos que estamos en buenas manos, las manos del Padre:
“No temas pequeño rebaño porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”.
La pequeña comunidad de Jesús en medio de un mundo que presiona e incita al mal, debe mantener la seguridad de que Dios no dejará de cumplir su promesa:
El Reino siempre estará en la Iglesia de Jesús.
Con este fin precisamente invita Jesús al desprendimiento de las cosas de este mundo y a atesorar para el cielo advirtiéndonos que “donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón”.
El resto del Evangelio, bastante largo, se reduce a unas serias invitaciones para vigilar y mantenerse en vela como buenos criados o administradores de los bienes que Dios nos ha confiado.
Nuestro párrafo termina con esta frase que exige una seria meditación:
“Al que mucho se le dio mucho se le exigirá. Al que mucho se le confió, más se le exigirá”.
Hermanos, en estos momentos difíciles hacen falta “amigos fuertes de Dios”.
Ahí está la invitación de Jesús, el Maestro.
Por José Ignacio Alemany Grau, obispo