Tomás Moro, político y santo

Adolfo Carreto - AVMradio

Que un político llegue a los altares  y que se le ponga como ejemplo de honestidad a seguir no es cosa de todos los días.

Que un político llegue a los altares, es decir, a
que se le reconozca pública y solemnemente su proceder,
las virtudes a las que se adhirió, y que se le ponga como
ejemplo de honestidad a seguir, como digno de ser imitado,
no es cosa de todos los días. La política no ha sido nunca
una profesión para medrar en la justicia y otras virtudes,
al menos es a lo que nos tienen acostumbrados los
políticos. Tomás Moro fue un británico nacido en Londres,
en el siglo XV, y llegó a servir como Canciller del Reino
a dos reyes, Enrique VII y Enrique VIII. El papa Juan
Pablo II lo declaró el año pasado como patrono de
políticos y gobernantes. Menuda papeleta que le encomendó
al santo inglés.
Pues parece que sí, que no es incompatible el
ejercicio práctico del quehacer político con la santidad,
esto es, con la honestidad en la vida; entre las virtudes
ejercidas por Tomás Moro en encuentran ¿su indefectible
integridad moral, la agudeza de su ingenio, su carácter
alegre y simpático y su erudición extraordinaria?.
A mi me satisface enormemente cuando a un santo se
le exalta por haber sido alegre y simpático, pues la
tradición no parecía querer compaginar la santidad con la
simpatía. Se nos había vendido la figura y personalidad
del santo con la del martirio a secas, con la de los
cilicios, con la de las llagas y estigmas, también con la
de los confesores, que eran hombres muy sesudos,
intelectuales y doctores, pero un poco de cara larga, no
dados a la sonrisa. Menos al chiste. No digamos de los
ermitaños y otros anacoretas.
Por eso me cae simpático este Tomás Moro, aunque su
simpatía sea inglesa: por haber sorteado el poder político
con absoluta honestidad y por poner alegría en los
semblantes deteriorados del reino. Enrique VIII, como se
sabe, era hombre de malas pulgas, tanto que lo mandó
decapitar por negarse a que el soberano asumiera el
control sobre la Iglesia en Inglaterra.
Los políticos católicos mexicanos desean recordar el
proceder de Tomás Moro anualmente y ya es este el segundo
año en el que se oficiará una misa en su honor, en la
mismísima basílica de Guadalupe. La organizadora, senadora
Cecilia Romero, ha invitado a la ceremonia a legisladores,
políticos y funcionarios del país, incluido el mismísimo
presidente Fox. Me temo que la invitación no prosperará en
demasía, porque siempre se inventan suspicacias en casos
así: más en éste caso, en el que política y religión no
quieren darse la mano en estos tiempos. Y en México menos,
a pesar de San Juan Diego, donde se impone el principio de
laicidad del Estado.
Cecilia Romero aduce que este es un argumento
absolutamente hipócrita, y pienso que razón no le falta.

 

VOLVER AL ARCHIVO DEL DÍA