A 3200 metros de altura, en Los Andes ecuatorianos
Antonio Modernell Mateus
“Dios me pone trabajo, me dice ‘esto tienes que hacer’ y yo lo
hago”, dice enfáticamente esta dedicada religiosa que trabaja a 3200
metros de altura, en los Andes que circundan a Quito.
Apareció en el momento preciso. Y desde ese día no han podido
separarse de ella. La hermana María Filomena Petilli “es como un
imán, que atrapa y encanta”, dice Margarita Plaza de Ponce.
A la semana siguiente, las 29 mujeres que asistieron a un taller de
voluntarias, convocado por el Instituto Nacional de la Familia,
estaban camino a Pisulí, a 3 200 metros sobre el nivel del mar.
A partir de entonces conformaron la Fundación Vocación
(Voluntariado para la capacitación de la mujer). Desde hace dos
años, las 29 señoras suben los lunes y los martes para trabajar en
los talleres de desarrollo personal, autoestima, medio ambiente,
cocina y nutrición. Son dos horas diarias que han compartido con unas
120 mujeres de la Jaime Roldós, Vista Hermosa, La Paz, Pisulí...
Ocho de ellas armaron su propia empresa de sábanas. Las voluntarias
le entregan el material y ellas se encargan de la confección en sus
propios hogares. Allí conocieron al padre Roberto Thomas, párroco de
la iglesia San Judas Tadeo, que junto con la hermana María Filomena
hacen un gran equipo, ambos incansables y muy queridos por la
comunidad.
La presidenta de Fundación Vocación, Mercedes Crespo de Donoso, ya
está pensando en nuevas empresas que pueden funcionar paralelamente
al centro, e incluso en un patio posterior pequeño, “donde pueden
implementar cultivos hidropónicos, para abastecer el comedor de los
ancianos y el excedente se puede comercializar”.
Alberto Paz será el coordinador del centro que funciona en un
edificio imponente de cuatro pisos, diseñado por el propio padre
Roberto, que además de arquitecto ha sido el responsable de conseguir
los 90 mil dólares que cuesta el proyecto.
Para escoger al director o directora del centro -nos comenta Carmen
Ponce de Ferro- no se pensó demasiado: la hermana María Filomena.
“Quien más va a dedicarse tanto como ella, que está en todo”.
“Dios me pone trabajo, me dice ‘esto tienes que hacer’ y yo lo
hago”, dice enfáticamente esta dedicada religiosa que trabaja a
3200 metros de altura, en los Andes que circundan a Quito.