5. Un
diagnóstico preocupante
Francisco Baena Calvo
La emisión de programas que rompe todo principio
del pudor hace estragos y deja perplejos a muchos. La permisividad y la
libertad concebida como valor absoluto... hacen que la confusión y la
pérdida de valores hagan estragos en la juventud.
La juventud adolece de falta de autoridad
y una pérdida creciente de valores, íntimamente unidos a la permisividad
que se encuentra en el ambiente y la cultura.
Generalmente la vida se hace angustiosa
cuando se oscurece el porqué y el para qué de los comportamientos y de las
motivaciones más profundas. Y cuando se pierde esta perspectiva
direccional aparecen situaciones anómalas cuya función es intensificar la
huida y la evasión.
La permisividad y la libertad concebida
como valor absoluto de todo sistema de valores y concepciones religiosas,
que reduce la verdad a mera opinión, hacen que la confusión y la pérdida
de valores hagan estragos en la juventud. No está tan lejos de nuestra
vida cotidiana estas dimensiones y concepciones, que favorecen
manifestaciones sin que la misma autoridad tenga legitimación moral para
impedirlos, aunque se atente contra las instituciones de la misma sociedad
y se vulnere el derecho de defender a los miembros más pequeños de la
familia.
La
emisión de programas que rompe todo principio del pudor hace estragos y
deja perplejos a muchos. Contemplar absorto en las televisiones públicas y
privadas que un actor tome medidas de senos y cintura a chicas de bikini,
desnudarme en público, besarse hombres ante el aplauso de un público
dirigido, dar a conocer la vida íntima de los famosos sin respetar el
derecho a la intimidad y sin autorización de los mismos, la violencia como
gancho en películas y dibujos animados... Estas manifestaciones no hacen
otra cosa que alentar en la sociedad, sobre todo en los más jóvenes, un
"humus vitae" que nos hace estremecer.
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