“…Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere…”
Podrías deshojar una flor e incluso arrasar con un jardín hasta conseguir pronunciar un “me quiere” mientras desprendes el último pétalo, sin garantizar por ello que quien anhelas que te quiera, realmente lo haga. El afecto no depende del azar. No es producto de la astrología ni aseveraciones supersticiosas. La palabra “querer”
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