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¿De veras quieres que los amemos?

¿Qué les pasa a los católicos? ¿Se han olvidado del intento de asesinato a Juan Pablo II, o ya no recuerdan el asesinato del ministro católico de Paquistán Shahbaz Bhatti –muerto por defender a la minoría católica-, ni el injusto encarcelamiento de la madre de familia Ashia Bibi condenada a muerte por ser católica?

¿Deben olvidar los católicos o volver la cara hacia otro lado para no ver las mortales persecuciones a sus hermanos en la India, en Siria, en Nigeria, en Sudán, en Afganistan, en Iraq, etc.?

¿Y los monjes asesinados en Libia? ¿Y los sacerdotes masacrados en el oriente medio, incluyendo al obispo católico de Turquía?

¿Qué le dirán a los católicos chinos perseguidos por el gobierno que encarcela a sus obispos por decenas de años?

¿Deben los católicos ignorar  las agresiones y burlas de los laicistas, empeñados en desprestigiar la fe de los católicos, y evitar su acción caritativa prohibiendo que sus instituciones en USA sigan buscando familias a niños abandonas y obligándoles a darlos en adopción a parejas homosexuales.

¿Deben los hospitales católicos practicar abortos como lo ordena la ley de algunos estados norteamericanos, so pena de quitarles las subvenciones oficiales?

Pareciera que estas preguntas son procedentes ante la imagen de Juan Pablo II perdonando a su agresor, o la del Papa Francisco lavando y besando los pies de un joven musulmán delincuente.

Pero estos cuestionamientos sólo pueden ser hechos por quien no conozca la doctrina de Jesucristo.

En cambio, quien conoce personalmente a Cristo y vive su doctrina no sólo no se hace esas preguntas en reclamo, sino que incluso actúa con una mentalidad totalmente diversa.

Los católicos si sabemos de todas esas persecuciones y crímenes en contra de nuestros hermanos en todos los continentes, y nos duelen mucho; si queremos que cesen estas injusticias, si queremos que sean liberados nuestros hermanos, si queremos ser libres para proclamar la fe en el Amor. Pero, precisamente por el Amor que nos ha sido revelado, también queremos vivir el mandato de Jesucristo: “Amen a sus enemigos”.

Por eso los dos gestos de perdón y amor de los Papas, precisamente cuando arrecia la persecución a los católicos en todo el mundo. Es la imagen realmente vivida de nuestra fe.

El joven musulmán le preguntó al Papa Francisco: “¿Por qué hace esto?”: el Papa dejó entrever que su corazón respondía así a una moción superior. Efectivamente, Cristo está sufriendo en la tierra y de nuevo ora al Padre por quienes le están asesinando. Cristo mueve el corazón de su Vicario para que nuestros enemigos vean, palpablemente, que la Palabra de Dios realmente se hace vida, y que humildemente oramos por ellos, los que nos están persiguiendo y matando. Después de ese gesto de humildad, de perdón y de amor, el Papa Francisco pidió en público que cesen las persecuciones contra los cristianos en la República Centroafricana que un grupo de terroristas musulmanes están realizando.

El beso del Papa en los pies de un joven delincuente musulmán no es un gesto mediático, es una de las cosas de Dios que operan en la profundidad de sus criaturas, es la forma como la gracia se difunde y mueve los corazones de nuestros perseguidores; algunos de ellos preguntarán igualmente: ¿por qué hacen esto? Nuestras vidas les responderán.