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Sólo Dios basta

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En la oración se puede descubrir que nada se compara al amor de Dios.

Llevo días pensando en la oración. Cuánta falta nos hace. Chiara Lubich escribió: “No podemos vivir sin respirar y la oración es la respiración del alma, la expresión de nuestro amor a Dios”.  Es verdad, pensé, tantas almas que mueren por falta de oración.  Caen con tanta facilidad en el pecado mortal.

He pasado sediento de Dios, como el salmista que le decía: “mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti”. Y me encerré en un cuarto de la casa para estar con Dios. Hablarle con el corazón.  Así inicié este dialogo hermoso, entre Él, todopoderoso y yo, un simple mortal.

Como Francisco de Asís le preguntaba: “¿Quién eres tú? ¿Quién soy yo?”

Abrí mi librito de salmos y leí:  “En el lecho me acuerdo de ti, y velando medito en ti”. 

Yo estaba acostado y me dije soprendido:  “Es lo que hago, Señor, medito en ti, me acuerdo de ti”.

Entonces, de pronto, sentí un inmenso y profundo amor que me rodeaba y me llenaba.  Comprendí, con mi gran limitación, la majestad, el poder, lo infinito y  omnipotente que es el Padre.  Él, lo ve todo, y yo , apenas veo con mis ojos y mi corazón. Él inmenso y yo pequeño.  Él creador y yo creatura.

Comprendí, que su amor sobrepasa todo entendimiento. Que por nosotros lo da todo; y para nosotros su Amor.

Terminé esta hora extraordinaria, con el salmo 63:

 “Tu gracia vale más que la vida,
Te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
Y alzaré mis manos invocándote.
Me saciaré de manjares
Y mis labios te alabarán jubilosos”.

Sí, nada se compara al amor de Dios. Ante Él, todo pierde su valor. Es como decía santa Teresa: “Sólo Dios basta”.